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BERLINALE 2014 Gala especial

Berlinale: Diplomatie, ¿París o mi país?

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- Volker Schlöndorff está de regreso en Berlín con la adaptación de una obra de teatro de Cyril Gely que tiene un valor tan cinematográfico como diplomático

Berlinale: Diplomatie, ¿París o mi país?

La nueva película de Volker Schlöndorff no constituye ninguna sorpresa para todo aquel que conozca la maestría de que el cineasta berlinés hace gala cada ve que se sumerge en su elemento natural. Así, la coproducción franco-alemana Diplomatie [+lee también:
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aborda nuevamente los temas de interés predilecto para Schlöndorff, que bailan cuerpo a cuerpo y casi totalmente a puerta cerrada. La 64ª edición de Berlinale ha acogido su estreno de gala.

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Agosto, 1944. París está a punto de ser arrasada, literalmente, por los nazis. Celoso de la ciudad que contempla como símbolo de su fracaso tras el bombardeo de Berlín, Hitler ha reservado para la capital de la Francia ocupada una versión explosiva de su solución final: antes de la llegada de los aliados, puentes, monumentos y museos saltarán por los aires, se han instalado torpedos de submarinos en los cuatro pies de la torre Eiffel… En definitiva, si el general Dietrich von Cholitz (Niels Arestrup), gobernador de París al mando de las operaciones, sigue las órdenes del Führer, «el estrépito de la explosión lo oirán hasta en Berlín». Entre este plan diabólico y el París intacto que conservamos hoy en día, surge el talento como negociador del cónsul de Suecia, Raoul Nordling (André Dussolier), que entabla con el general nazi una disputa verbal que durará toda una noche.

Schlöndorffadapta la obra de teatro de Cyril Gely con una precisión en los diálogos y las interpretaciones insuperable. El cara a cara entre Arestrup y Dussolier es de una elegancia insólita, si bien es la gestión de la tensión lo más interesante a lo largo de la negociación que acaba forzando el respeto. La puesta en escena es discreta pero los encuadres nada tienen que ver con un ejercicio de teatro filmado. La película respira, suspende el aliento, se agita y alterna dilataciones y contracciones temporales con tal desparpajo que el espectador tendrá la impresión de haber vivido esa noche en tiempo real. Poco importa el conocimiento del asunto, pues la cinta tiene tanto valor como lección de diplomacia como también lo es de cine. El público de la Berlinale, además, podrá comparar las enormes diferencias a la hora de tratar dos episodios desconocidos  de la Segunda Guerra Mundial, frente a frente en la alfombra roja de la competición oficial, con tanta proximidad en su fondo histórico y tan diametral oposición en cuestión de forma y calidad artística.

Al igual que en The Monuments Men [+lee también:
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, de George Clooney, la preservación del patrimonio cultural europeo está en juego (un tema muy de Schlöndorff, por el que ha luchado tanto dentro como fuera de los platós). La humanidad («usted me pide que reniegue de mi educación») y la moralidad («hay un límite más allá del cual la obediencia ciega deja de ser un deber»), en ambas películas, son las últimas defensas entre el arte y la guerra. Diplomatie muestra, sin embargo, sin equívoco posible, que un montón de millones de dólares no pueden inclinar la balanza del séptimo arte cuando de lo que se trata es de contar una historia que funcione sobre asuntos igual de fundamentales y que sea a la vez legítima, divertida y, no nos cansaremos de repetirlo, admirablemente interpretada por actores tal vez menos distraídos por la publicidad. En ocasiones, dos monumentos valen más que toda una colección de rascacielos sin valor.

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(Traducción del francés)

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