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MÁLAGA 2014

Todos están muertos: las heridas abiertas del pasado

por 

- Beatriz Sanchís compite en el certamen malagueño con un cuento sobre la muerte, la maternidad y los traumas pretéritos, protagonizado por Elena Anaya

Todos están muertos: las heridas abiertas del pasado

La cineasta y publicista Beatriz Sanchís debuta en el Festival de Málaga con este título (apoyado por MEDIA, Ibermedia y Eurimages, entre otros) tras la buena acogida que tuvieron sus cortometrajes anteriores, entre los que destacan La clase (nominado al Goya en 2008) y Mi otra mitad (seleccionado por el festival de Berlín en 2010). En ellos demostró una sensibilidad especial radiografiando el mundo infantil y adolescente, el cual vuelve a retratar en Todos están muertos [+lee también:
tráiler
entrevista: Beatriz Sanchís
ficha de la película
]
, una fábula con elementos sobrenaturales, de apariencia dulce pero compleja profundidad, que habla del miedo, la aceptación de uno mismo y de la necesidad de ir cerrando capítulos vitales para poder dar pasos adelante.

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La acción transcurre en Madrid, en 1996. La voz en off de Pancho (el debutante Christian Bernal), un chico de 14 años, nos presentará a las dos mujeres que forman su mundo familiar: su abuela, Paquita (Angélica Aragón) una decidida mexicana supersticiosa, y su madre, Lupe (Elena Anaya), ex pop-star que sufre agorafobia y mata el tiempo haciendo tartas de manzana. Debido a la actitud retraída y antisocial de la segunda, será la primera quien ejerza de madre del desorientado adolescente. Hasta que un día de los muertos, un fantasma llama a la puerta de la casa de los protagonistas... y habrá que enfrentarse a lo que trae consigo.

Lo fantástico está pues presente en esta coproducción entre España, Alemania y México. No en vano, Sanchís no sólo ha llenado su guión de personajes con nombres muy reconocibles de este último país (el fantasma, cómo no, se llama Diego) sino que también aprovecha todo ese rico imaginario mortuorio de la cultura centroamericana para intentar darle credibilidad a la presencia de espíritus en una película que no emplea efectos especiales, sino que opta por el naturalismo y el simbolismo sutil. Esta decisión, que finalmente resulta coherente, le resta algo de credibilidad a la primera parte de la cinta; pero una vez asumida esa presencia fantasmal, el resto de la trama consigue emocionar, sobre todo gracias al trabajo de Elena Anaya, una actriz que nos hace estremecer con el rol de una mujer que fue una leyenda y ahora es la sombra de aquel esplendor.

Rebosante asimismo de elementos de la cultura española de los ochenta, Todos están muertos homenajea al músico Bernardo Bonezzi (el grupo donde Lupe tocaba los teclados se llamaba Groenlandia, como el mayor hit de los Zombies, la banda del desaparecido compositor), a Ana Curra (musa de la movida, inspiración para Anaya a la hora de construir su personaje) y al cantante Eduardo Benavente (fallecido a temprana edad, aquí retratado en el espíritu que viene de visita); además, en la banda sonora se alternan grupos de los ochenta como los australianos The Church y de los noventa, como los granadinos Los Planetas. Esa colisión entre décadas (un personaje secundario imita a su ídolo, Kurt Cobain) enfatiza ese duelo entre presente y pretérito que atormenta al personaje de Anaya, una mujer que tendrá que superar sus traumas para volver a vivir.

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