28/04/2014 - El último trabajo de Sabine Boss, gran triunfadora de la última edición de los premios del cine suizo, muestra que también este pequeño país es capaz de hacer comedias brillantes llenas de claroscuros

Para muchos, el sentido del humor suizo es un misterio. Un enorme signo de interrogación. Como si la comicidad no tuviese espacio en este pequeño país escondido entre las montañas. Sabine Boss va más allá de estos estereotipos y nos muestra cómo el cine suizo es capaz de realizar comedias de tono aparentemente ligero, con toques tragicómicos, pero que esconden una realidad no siempre perfecta. I Am The Keeper [+lee también:
tráiler
entrevista: Sabine Boss
ficha de la película] (Der Goalie bin ig), basada en la novela homónima del escritor helvético Pedro Lenz, es una película llena de matices que consigue combinar los momentos cómicos con los serios y lo hace evitando la trampa del exceso de pathos gracias a una elegante sobriedad tanto desde el punto de vista temático como estético.

I Am The Keeper narra la historia de Ernst, un tipo divertido que todos conocen como Goalie y que, tras un año en la cárcel, vuelve a la pequeña localidad de Schummertal (nombre ficticio que sin embargo sitúa la acción en una región puramente helvética dominada por el lenguaje alemán). Goalie quiere volver a empezar, lejos de las drogas y la criminalidad. Empieza a buscar un trabajo y se enamora de la camarera de la taberna del pueblo, Regula (una sorprendente Sonja Riesen), una mujer con los pies en el suelo cuyos ojos encarnan la estabilidad y la tranquilidad. Sin embargo, no será fácil evitar los viejos amigos y, cuando la felicidad parece por fin acercarse a Goalie, los fantasmas del pasado vuelven a presentarse.

Goalie, interpretado con intensidad y emoción por Mark Signer (que gracias a este papel ha ganado el premio al mejor actor en los premios del cine suizo), se asemeja a esos personajes marginales e idealistas típicos del cine de los años 80. El intérprete helvético, gracias a su inconfundible y ronca voz y su expresivo y rugoso rostro, que por sí solo representa el pasado difícil y atormentado de Goalie, consigue recrear a la perfección el ambiente y el encanto decadente y sensual de una época dominada por una especie de anti-glamour.

La última obra de Boss posee una belleza de otra época, un encanto fascinante y ambiguo, reflejo de una era en el que los ambiciosos en busca del éxito y la riqueza convivían con marginados que no querían, o quizás no podían, integrarse en una sociedad conformista y agobiante. Goalie representa esta última categoría a la perfección, un antihéroe atrapado entre el deseo de la estabilidad y la necesidad de la independencia. Boss pone en escena los prejuicios y la soledad de un ambiente cerrado y conservador donde el bienestar se transforma en una especie de cárcel. La ambientación de I Am The Keeper es fascinante y melancólica al mismo tiempo, con un sentimiento de pérdida constante. La excelente banda sonora compuesta por Peter von Sieberthal y Richard Köchli (premiado por ella con un premio del cine suizo Quartz) otorga a la película un matiz distinto y expresa lo que Goalie no quiere o no puede.

El último trabajo de la directora suiza tiene un ritmo personal y un ambiente claustrofóbico aunque al mismo tiempo sereno, típico de los pequeños pueblos donde el conformismo prevalece sobre el individualismo. Boss escenifica la necesidad de expresarse a sí mismos en un espacio que hace todo lo posible para anularla y lo hace con una ironía (mezcla de resignación y rebeldía) que quizás sea precisamente la esencia de una buena comedia suiza.