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CANNES 2014 Competición / France

Saint Laurent: El artista y sus sortilegios

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- CANNES 2014: Bertrand Bonello ofrece a Cannes un biopic brillante que se mete dentro del espejo luminoso y oscuro de un creador genial y atormentado por sus demonios

Saint Laurent: El artista y sus sortilegios

"Lo tienes todo: belleza, riqueza, juventud. Es bonito ser así. Pero ya estás cansado de esta vida. No te quedan ya ganas". En ese poema de adolescencia viene impreso un destino que se va a cumplir, una trayectoria tan fulgurante como abismal, una vida caótica al otro lado del espejo mientras un dibujo y el corte de un tejido pueden ser tan "simples, netos y precisos como un gesto". Bertrand Bonello ha conseguido capturar el corazón de ese vórtice de turbaciones, inspiraciones, atracciones y adicciones y sacar la rica complejidad de un mito de la alta costura, de un genio sensible hasta el extremo que se sumergió en el bestiario del mundo de la moda y de la noche. El cineasta francés casa en Saint Laurent [+lee también:
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Q&A: Bertrand Bonello
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el clasicismo del biopic y su intensa imaginación estética para trazar un retrato brillante de un hombre enfrentado incesantemente a su doble tenebroso, al monstruo que ha creado: una marca que él mismo encarna y sobrepasa.

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1974. Un hombre reserva una habitación de hotel bajo el nombre de Swann. En la penumbra, sentado de espaldas sobre una cama, mirando hacia una torre Eiffel que se intuye entre la bruma, se confiesa por teléfono con un periodista: hace mucho tiempo, fue internado, sufrió electroshocks y tiene "problemas". La cámara se acerca muy lentamente. Este hombre agotado es Yves Saint Laurent (encarnado por un estupendo Gaspard Ulliel). Sigue un Flashback a 1967, en el taller del creador, donde las pequeñas manos toman medidas, perfeccionan los reversos y los volúmenes mientras el artista acude para rectificar detalles o dibuja en su oficina, oyendo sin atención el denso plan de trabajo de los próximos trabajos (prefiere la música clásica). Pero él también es un joven de su época (la del Summer of Love y su decadencia) y la vida nocturna lo atrapará poco a poco con los ritmos envolventes de Screamin Jay Hawkins y de Velvet Underground, a través de encuentros y compañeros permanentes de fiesta como Betty Catroux(Emelyne Valde) y Loulou de la Falaise (Léa Seydoux), mientras el fiel Pierre Bergé (Jérémie Renier) vela por la expansión internacional del negocio. Al compás de los años que van pasando, Yves Saint Laurent pierde poco a poco el contacto con la realidad, pasando al Captagon y el Valium antes de cruzarse, en 1972, con el atractivo y peligroso Jacques de Bascher (Louis Garrel), que lo lleva al otro lado de la cortina de fuego, donde reinan el ácido, la noche gay más perversa, Klaus Nomi y las alucinaciones de serpientes: un viaje que no lo dejará indemne y del que jamás volverá del todo.

Dotado de un inmenso repertorio de creatividad personal y de un poderoso sentido de la estética, Bertrand Bonello aporta a la trayectoria de Yves Saint Laurent toda la riqueza que merece. La película rebosa de ideas originales y sorprendentes que siempre llegan en el momento adecuado (la soberbia elipsis que comienza con el baile de Betty, pasa por un split screen con imágenes de archivo de mayo del 68 y la guerra de Vietnam por un lado y pases de modelos por el otro y, por fin, vuelve a Betty, que baila, esta vez, unos años después; la escena de los periodistas y la necrológica; etc.). El director se mueve como pez en el agua en las secuencias que retratan el universo nocturno pero también se desenvuelve con maestría a la luz del día, en especial a la hora de describir minuciosamente el trabajo en un taller de alta costura. Saint Laurent brilla también por su extrema elegancia gracias al trabajo de fotografía de Josée Deshaies, al de Katia Wyszkop con los decorados y al vestuario preparado por Anaïs Romand. A pesar de que su tercio final se extiende excesivamente (con un Yves Saint Laurent envejecido al que da vida Helmut Berger), la cinta constituye todo un ejemplo del modo en que un cineasta talentoso puede moldear a su gusto una película destinada a priori al gran público sin que por ello se resienta su propósito. Tanto mejor así, tratándose de la vida de otro artista al que se debe en este caso.

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(Traducción del francés)

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