06/09/2014 - VENECIA 2014: en la nueva obra de Felice Farina tres trabajadores suben a la torre de una fábrica para protestar contra el despido y evoca treinta años de historia nacional

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entrevista: Felice Farina
ficha de la película], de Felice Farina, sube a la torre de una fábrica turinesa junto con tres trabajadores a los que quieren despedir, y a 60 metros de altitud recorre los últimos treinta años de historia italiana, sin prejuicios ni ideologías, solo en busca de la respuesta a una sencilla pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Salvo (Francesco Pannofino), un trabajador siciliano al que han trasladado al norte, no ve más allá de la rabia cuando se entera de que la fábrica donde trabaja va a cerrar. En un arrebato, coge unos cuantos sándwiches y dos bebidas de la máquina expendedora y se encarama a la torre del edificio, desde donde amenaza con tirarse. Giorgio (Roberto Citran), representante sindical de la empresa, asciende a la cima de la torre para intentar disuadirlo, pero poco después se une a su protesta. A esta pareja, de personalidad e ideología política contraria (Salvo es fan del saludo romano mientras que Giorgio es un viejo comunista), se unirá Luca (Carlo Giuseppe Gabardini), el portero de la fábrica, con deficiencia visual y “contratado por obligación” (es decir, contratado por la ley sobre el derecho al trabajo de los discapacitados).

La protesta en la torre, mientras que esperan a que llegue la televisión (“si llega el Gabibbo, puede suceder cualquier cosa”, Salvo está convencido de ello) se convierte en la ocasión ideal para los tres para reflexionar y enfrentarse a la Italia de las últimas décadas: el cierre de fábricas, los estragos de la mafia, las batallas entre civiles y las tramas políticas que el director decide evocar, con imágenes y grabaciones originales de la época más que con palabras. La película se basa en el libro del periodista Enrico Deaglio Patria 1978-2010: “Me he embarcado en esta aventura desesperada de extraer 90 minutos de película de un libro de 900 páginas. El único modo de conseguirlo era filtrar las palabras y dejar espacio a las sensaciones, a los sonidos y a las imágenes que todos conservamos en la memoria”, cuenta Farina.

El montaje, que ha quedado en manos de la magnífica Esmeralda Calabria (que ha montado, entre otras, Romanzo criminale [+lee también:
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entrevista: Michele Placido
ficha de la película], por la que se llevó un David di Donatello y que dirigió Biùtiful cauntri), sincroniza los fragmentos del repertorio con la acciones escénicas en la cima de la torre, donde los tres protagonistas, abandonados por todos, pasarán toda la noche. Es como si escucháramos hablar a los personajes y de repente entrásemos en su cabeza para echar un vistazo a sus recuerdos, que son también recuerdos colectivos. Un bonito experimento, valioso para los que vivieron en la época y ya conocen lo que sucedió, pero sobre todo para aquellos (los más jóvenes) que sienten curiosidad y ganas por saber de dónde venimos.

(Traducción del italiano)