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CANNES 2015 ACID

La Vanité, una oda surrealista al deseo

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- CANNES 2015: La película del suizo Lionel Baier, presentada como parte de la selección ACID del último festival de Cannes, es una fábula de tonos oscuros sobre los deseos y las pasiones humanas

La Vanité, una oda surrealista al deseo
Carmen Maura y Patrick Lapp en La Vanité

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, presentada en el último festival de Cannes como parte de la selección ACID, Lionel Baier demuestra una vez más su talento a la hora de pintar situaciones limítrofes con el surrealismo con una delicadeza sensual que las vuelve sorprendentemente bizarras.

David Miller (Patrick Lapp) está enfermo, a un paso de la muerte, así que decide acabar con ello. Todo está listo y calculado al milímetro: el lugar (un motel en la periferia de Lausana), la fecha y el método (la muerte voluntaria asistida), pero el destino tiene otros proyectos para él y conocer a Espe (una magistral Carmen Maura), la mujer que debe acompañarlo hacia la muerte, tendrá consecuencias inesperadas. A David Miller lo siguen en los últimos momentos de su vida dos extraños (Espe y el joven prostituto Tréplev, interpretado por un prometedor Ivan Georgiev) que tienen que apoyar su elección ayudándolo a llevar a término su “misión”. Este trío improbable, a pesar del aura trágica de la situación, se enfrentará a una inextricable mezcla de deseos, secretos y sensualidad latente.

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El último largometraje de Lionel Baier es una fábula con tintes surrealistas que juega con la ambigüedad que une el deseo y la apatía, la realidad y la ficción, Eros y Tánatos. La Vanité nace a partir de un hecho real que relató a Baier uno de sus alumnos: una historia al límite de lo absurdo que evidencia la sutileza del hijo que une (o separa) la vida de la muerte. El director suizo trata con ese toque onírico y “cómico” (deliciosamente grotesco) que lo caracteriza dos temas delicados, la eutanasia y la prostitución, que en Suiza se afrontan con un increíble pragmatismo: dos mundos aparentemente opuestos que resultarán ser más parecidos de lo que cabría esperar. La vanité se interesa por las mujeres que, como Espe, han decidido acompañar a los enfermos terminales hasta su muerte, por su altruismo y, sobre todo, por sus motivaciones más profundas. Su existencia, envuelta en un halo de misterio, parece limitarse a fugaces momentos de intimidad que pasa con sus “pacientes”. ¿Qué precede al acto final, cuáles son los rituales que acompañan su misión? La última película de Baier pone en evidencia la sensibilidad a flor de piel que reina en estos momentos delicados, cuando, improvisadamente, la vida se enriquece, se refuerza y se vuelve más preciosa. Baier ha decidido rodar La Vanité en estudio, amplificando así todavía más este sentimiento de artificio y de extrañamiento. La vida hace posesión de estos lugares “artificiales” que se transforman en un mundo paralelo en el que la realidad se amplia, se analiza y se celebra. Los personajes gravitan en un universo irreal en el que los bucólicos paisajes suizos se vuelven atractivamente inquietantes: una mezcla bizarra que recuerda a Jim Jarmusch o el universo fantástico de Agnes Varda. El director suizo quiere evitar la trampa del sentimentalismo y la tragedia tratando el delicado tema de la eutanasia con ligereza y un distanciamiento voluntario. Lo que realmente le interesa es la compleja relación que une a los tres personajes, el deseo que nace de una situación aparentemente desesperada. El nombre del joven prostituto (Tréplev) y la cita final son un homenaje a La gaviota, de Chéjov, que, como Baier, rechaza la tragedia dejando libres a los personajes de elegir su propio universo emotivo. Una película seductora y sensual llena de misterio.

La Vanité tiene como agente de ventas internacionales a Wide.

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(Traducción del italiano)

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