05/06/2015 - El documental de Ilinca Călugăreanu muestra cómo una voz ronca y un contrabandista lograron enganchar a los rumanos al cine y a la libertad

La proyección del documental Chuck Norris vs Communism [+lee también:
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ficha de la película], seleccionado en Sundance, en una sesión privada podría ser uno de los acontecimientos clave de la 14ª edición del Festival internacional de cine de Transilvania (29 de mayo – 7 de junio, Cluj-Napoca). Es la historia de cómo algo tan insignificante como una cinta VHS puede representar la esperanza y la libertad de millones de personas. El documental de Ilinca Călugăreanu impresionará sin duda profundamente a varias generaciones de espectadores rumanos, sobrecogidos por los recuerdos del "desierto" cultural de los ochenta. La cinta también presenta un gran interés para el público internacional, para quien Chuck Norris, lejos de representar la libertad, es tan solo una estrella de películas de serie B. 

Desde la primera escena, el documental describe el contexto: a principios de los 1980, el régimen comunista rumano se vuelve más opresivo. La Televisión Nacional del país emite tan solo dos horas diarias en las que se transmiten principalmente noticias sobre las glorias de la "edad de oro" y los interminables discursos del dictador Nicolae Ceauşescu. Pero entonces se introducen de contrabando los primeros reproductores de video en el país. Cuestan lo mismo que un Dacia, el coche nacional rumano, y están a punto de mostrar a los rumanos el mundo occidental a través de películas tanto nuevas como antiguas. 

Todos los rumanos que tenían ya uso de razón a principios de los ochenta recuerdan los salones llenos de decenas de personas con los ojos pegados a la pantalla de la televisión que contenía un mundo diferente y fascinante: ropa colorida, edificios altos y coches lujosos. La idea de que todo está permitido hizo que muchos rumanos miraran con otros ojos la deprimente y gris realidad comunista.

¿Pero de dónde venían las películas? Teodor Zamfir, un contrabandista con un verdadero olfato para el negocio, e Irina Nistor, una traductora de la Televisión Nacional harta de las indignantes reuniones del comité de censura, entran en escena. Él trae cintas originales de occidente y ella hace los doblajes con su voz ronca que al poco tiempo será conocida por toda Rumanía. "Después de la voz de Ceauşescu, la suya fue la más famosa del país", dice uno de los entrevistados.

Pero Chuck Norris vs Communism es más que una serie de entrevistas con cineastas, periodistas y distribuidores de cine, entre muchos otros, que describen el efecto de su primer contacto con el cine occidental. El documental también presenta elaboradas secuencias de docudrama con Ana Maria Moldovan, que interpreta a Nistor y Dan Chiorean, que aporta a las acciones de Zamfir un aire a medio camino entre gángster y resistente. Es un mundo de peligros, miedo y manipulación perfectamente expresado por las reconstrucciones que hacen que algunas partes de Chuck Norris vs Communism parezcan sacadas de un filme biográfico. 

Para muchos rumanos, el documental será como una magdalena de Proust cinematográfica. El humor mordaz pero comedido hará que los espectadores alternen con pocos segundos de intervalo, sonrisas y ojos empañados de lágrimas provocadas por el nostálgico recuerdo de la sensación de ser niños inocentes que entienden, ya sea a través del cine clásico o de estrafalarias películas de serie B, que el mundo es más grande, más colorido y más vivo que la realidad que los rodea.

¿Sería disparatado decir que las pequeñas semillas de magia y libertad sembradas por el tráfico de VHS de Zamfir contribuyeron a la creación de la fuerza y la cohesión que llevó a los rumanos a la revolución de 1989? En absoluto. Ahora, más de 25 años después, la voz de Nistor todavía se encuentra entre los pocos recuerdos felices de aquella (no tan dorada) época.

(Traducción del inglés)