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PELÍCULAS Reino Unido

The Duke of Burgundy: el corsé y la mariposa

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- El inventivo director británico Peter Strickland se confirma como creador de delicatessens cinematográficas con este hermético, sensual y enigmático estudio de los desvíos emocionales

The Duke of Burgundy: el corsé y la mariposa
Chiara d'Anna y Sidse Babett Knudsen en The Duke of Burgundy

Fue en 2012 cuando Peter Strickland, al que solo se le conocía el drama rumano Katalin Varga [+lee también:
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, dio un golpe sobre la mesa al realizar algo tan único como Berberian Sound Studio [+lee también:
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. El director británico hacía explotar los tímpanos, las retinas y, ya puestos, el cine, con un experimento tan avantgarde como nostálgico: partiendo del género del giallo, o más bien, de lo que había detrás de él allá por los años 70, era capaz de refractar los elementos que componen la experiencia de ver cine a través de un prisma repleto de tensión, fascinación y desconcierto. En su nueva película, The Duke of Burgundy [+lee también:
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, presentada en el pasado Festival de Toronto y estrenada ahora en salas francesas, Strickland sigue apostando por lo mismo: crear pequeños juguetes cinematográficos que el espectador puede manipular… hasta ser manipulado por ellos. 

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El juguete que nos ocupa ahora es uno que, en esa forma de prisma refractario, encierra dentro de sí mismo a dos personajes femeninos, Evelyn (Chiara d'Anna) y Cynthia (Sidse Babett Knudsen). Lo que en principio parece una nociva relación entre la dueña de una casa y una criada, pronto se revela como algo más complejo y profundo: las dos son amantes, y entre ellas existe un romance sadomasoquista que las guía a través de los reflejos tanto de los espejos de su casa como de sus emociones. Precisamente, la casa, las emociones, y los códigos que adopta la pareja para dar rienda suelta a sus oscuras fantasías, son los límites que dan a la película su condición de pieza de cámara; la historia tiene lugar dentro de ellos. El fetichismo que la nutre se ve misteriosamente potenciado por la aparentemente anodina afición que las une, el estudio de las mariposas (la duke of Burgundy es la Hamearis lucina), de tal manera que estas se convierten en un elemento clave para la película. Su delicadeza, su belleza y su condición de capturadas canalizan la naturaleza de la cinta, a la vez que su imagen funciona como una pieza recurrente que sirve tanto para romper la narración como para ponerle las fronteras necesarias. The Duke of Burgundy es, casi, una mariposa encorsetada.

Dentro de esa condición es donde Strickland encuentra la libertad creativa de la que hace alarde en sus últimas obras: con mayor sutileza que en Berberian Sound Studio, hace explotar la historia (que, por otra parte, ocupa un segundo plano) en ciertos momentos en los que el surrealismo inunda sus elecciones formales. Desde la estética retro de su secuencia musical inicial (acompañada de la música del dúo alternativo Cat's Eyes y la cuidadísima fotografía de Nicholas D. Knowland, que se mantendrán al mejor de sus niveles durante todo el metraje) hasta su sutil final, pasando por los abruptos y pesadillescos desvíos de en medio, las imágenes se yuxtaponen, se crean texturas y se reflejan sensaciones complejas y desconcertantes, pero placenteras. La película, producida por la Rook Films de su colega Ben Wheatley (director de Sightseers [+lee también:
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o A Field in England [+lee también:
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), es la confirmación de Strickland como un gran artesano del séptimo arte.

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