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BERLINALE 2016 Forum

The End: la noche del cazador, el crepúsculo de un ídolo

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- BERLÍN 2016: Guillaume Nicloux propone una fábula forestal muy oscura en donde juega con la figura de Gérard Depardieu para escenificar la soledad de un hombre cuya vida ya se encuentra a sus espaldas

The End: la noche del cazador, el crepúsculo de un ídolo
Gérard Depardieu en The End

Tras El secuestro de Michel Houellebecq [+lee también:
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(proyectada en Berlín 2014) y Valley of Love [+lee también:
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(en competición en el último Festival de Cannes), en donde jugaba hábilmente y con mucho humor (tanto por su parte como por la de los actores) con los personajes de Gérard Depardieu e Isabelle Huppert mientras que los lanzaba a una extraña caza del tesoro en los áridos paisajes de Nevada, Guillaume Nicloux renueva la experiencia del juego paródico-biográfico con un Depardieu solo, muy solo, en The End [+lee también:
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, presentada en la sección Forum del Festival de Berlín(3 años más tarde de la selección de La religiosa [+lee también:
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entrevista: Guillaume Nicloux
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en competición), porque se trata de una película más introspectiva y experimental, al estilo de Denis Côté, guardando las distancias. 

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El humor que encontrábamos en Valley of Love sigue ahí, aunque sea solo por la manera en que "The End" aparece en medio de la pantalla al principio de la película; evidentemente, en inglés, porque no se debe olvidar que es también el crepúsculo de un ídolo del cine el que Nicloux pone en la pantalla, con la complicidad del formidable actor (que además acepta y acompaña con gracia la propuesta del director). Sin embargo, el "rastro del conejo" tras el cual lanza a su personaje esa mañana –mientras que este pueblerino solitario y barrigudo que le habla a su perro Yoshi comiendo sus bocadillos delante de su colección de platos decorados cree salir de caza– es mucho más inquietante que el "país de las maravillas" de Carroll y menos soleado que el "valle" de la película con Huppert. Aquí, nos sumergimos en la oscuridad de un bosque hostil en donde es el cazador el que se siente perseguido. 

Perdido (como un grotesco Pulgarcito que hace su camino con botellas de Schweppes y colillas), solo, transformado en presa, adopta las actitudes y gestos de un animal aterrorizado, y Nicloux juega con la animalidad que puede expresar su cuerpo de intérprete para producir un efecto de contraste, casi trágico, con su humanidad: su atónita mente le repite que “no es posible” y su compasión, que hace de su naturaleza más la de un protector que la de una víctima (como cuando intenta ayudar a la chica delgada y desnuda que aparece delante de él y en quien ve una acompañante del infortunio, incluso peor llevado que el suyo, a través de estos bosques pesadillescos). Porque este contraste es profundamente triste: vemos rápidamente que el espectáculo al que asistimos aquí no es la historia de la jornada de un cazador (en absoluto sanguinario, sino muy respetuoso con las reglas de la caza). Lo que Nicloux nos cuenta es el banal infierno de un hombre de sesenta años que, a pesar de su generosidad y bondad, se despierta cada mañana un poco más solo.

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(Traducción del francés)

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