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CANNES 2017 Un Certain Regard

La cordillera: ¡Cuidado, llegan turbulencias!

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- CANNES 2017: Santiago Mitre se arriesga al mezclar géneros, temáticas y atmósferas en su tercera película, que se introduce en una cumbre política

La cordillera: ¡Cuidado, llegan turbulencias!
Ricardo Darín La cordillera

En su primera película, El estudiante -que le convirtió, con 31 años, en la nueva promesa del cine argentino-, Santiago Mitre retrató, con una cámara impetuosa moviéndose libremente entre camas, barbacoas y aulas, una campaña electoral universitaria tan retorcida y maquiavélica como cualquiera de las que tienen lugar a diario en las sociedades democráticas. Tras Paulina [+lee también:
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, donde enfrentaba la ideología contra la moralidad a través de un personaje femenino que sufría una violación, ahora con La cordillera [+lee también:
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, su tercera y ambiciosa película, que participa en la sección Un Certain Regard del 70º Festival de Cannes, el también guionista de films de Trapero como Elefante blanco [+lee también:
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, ha sumado aquellas dos temáticas previas para construir un fascinante título que empieza como una comedia negra, traspasa la crónica política y se zambulle finalmente en las ciénagas del terror psicológico, con El resplandor como consciente o inconsciente referente.

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Un falso plano secuencia inicia esta inmersión en las interioridades de la política, al estilo solemne de teleseries como El ala oeste de la Casa Blanca o House of Cards, o films de intención diametralmente opuesta como Crónicas diplomáticas [+lee también:
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, de Bertrand Tavernier. El espectador, como un humilde operario que va a arreglar algo en La Casa Rosada, se introduce así, por la puerta trasera, en suntuosas estancias que raramente podría visitar. Una vez dentro de ese gran parque temático del poder, conviene abrocharse los cinturones, pues, señoras y señores, llegan turbulencias.

Decir a estas alturas que Ricardo Darín es uno de los mejores actores del mundo puede sonar redundante, pero viéndole sostener sobre sus ojos gris azulado el andamiaje sinuoso de La cordillera, con una naturalidad tan apabullante, no deja de sorprender… una vez más. Él encarna al presidente argentino, reunido con varios colegas continentales en un aislado hotel chileno, en medio de las majestuosas montañas a las que nombra el título original. Esos políticos que se creen dioses son realmente hormigas –o escarabajos-, puntos negros diminutos en la blanca imponencia andina, cuando la cámara los inmortaliza: la idiosincrasia depredadora, egoísta y turbia de todos ellos va emergiendo según se sucede la reunión y, para más inri, el personaje de Darín tendrá que lidiar entremedias con sus propios –y muy complejos- conflictos personales.

Así, a la mitad del metraje, un tono fantástico y demencial vampiriza -sutil y elegantemente- un relato hasta entonces narrado con pausa, de una planificación cuidadosa y con un argumento que parecía conducirnos por otros vericuetos. Pero Mitre ya no es un prometedor talento que sigue a un estudiante por facultades atestadas de chillones compañeros: estamos ante un cineasta que es capaz de abordar, críticamente, asuntos peliagudos, terribles y difíciles con una templanza inquietante, digna de un aventajado alumno del maestro Kubrick. 

La cordillera ha sido financiada por la compañía española Mod Producciones,la francesa Maneki Films y las argentinas Kramer & Sigman Films y La Unión de los Ríos, y de sus ventas internacionales se ocupa Film Factory Entertainment.

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