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LOCARNO 2017 Piazza Grande

Sparring: Mathieu Kassovitz se come la pantalla

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- LOCARNO 2017: El primer largometraje que dirige el actor francés Samuel Jouy ha presentado en Locarno a un Mathieu Kassovitz de una intensidad insólita

Sparring: Mathieu Kassovitz se come la pantalla
Mathieu Kassovitz en Sparring

Después del cortometraje Mortels (2000), el actor francés Samuel Jouy decidió terminar de lanzarse en la realización cinematográfica con su primer largometraje, Sparring [+lee también:
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, presentado en la Piazza Grande del 70º festival de cine de Locarno. Sparring es un retrato sensible pero no sentimental de un hombre que pelea por la supervivencia. Jouy optó por confiar para su papel principal, el de un púgil en el crepúsculo de su carrera, en Mathieu Kassovitz (premiado este año en Locarno con el Exellence Award Moët & Chandon), majestuoso intérprete de personajes marginados (Mira a los hombres caer, de Jacques Audiard) y director de afilada mirada (Metisse, El odio y más recientemente L'Ordre et la morale [+lee también:
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). Y Kassovitz, en efecto, otorga al film su fuerza y sus debilidades sin reservas.

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Steve Landry, un boxeador que acaba de superar la barrera de los 40 años, se dispone a abandonar definitivamente el ring. Su carrera no ha estado en absoluto marcada únicamente por victorias; de hecho, ha perdido más combates de los que ha ganado. Antes de decir adiós al boxeo, Steve acepta una oferta inesperada: hacer de sparring partner para el campeón emergente Tarek M’Bareck. He ahí una ocasión única de ganar un poco de dinero para ayudar a su familia y cerrar al mismo tiempo y para siempre su carrera, si bien con un cierto toque nostálgico.

Más allá de una historia, en conjunto, no excesivamente innovadora (son muchas las películas que presentan a boxeadores en busca de una “revancha” personal), lo que vuelve interesante y hasta conmovedora a Sparring es el magnetismo de sus personajes. Mathieu Kassovitz encarna a Steve Landry con una fuerza y una determinación insólitas. Su rostro marcado por las peleas, los pequeños gestos aparentemente insignificantes y, sobre todo, su cuerpo fatigado pero nunca resignado regalan al personaje una sensibilidad y una humanidad alejadas de los clichés habitualmente vinculados con el mundo del boxeo. Jouy nos muestra cuerpos que parecen hablar en lugar de sus protagonistas, expresando lo que ellos no pueden o no quieren mostrar (sorprendentes e incisivos son los planos volcados sobre sus cuerpos tatuados, heridos y orgullosos). Jouy consigue domar la historia gracias a un ritmo sostenido pero no caótico que alterna las escenas de combates con momentos más íntimos.

Sparring puede considerarse, en su conjunto, una película “clásica”, lineal, pero, mirándola más de cerca, se sale de los esquemas sin caer en el sensiblería con encuadres elegantes, cierta sofisticación cinematográfica y personajes de compleja psique. Además del ya citado Kassovitz, aparece una sorprendente y luminosa Olivia Merilahti (de la banda The Dø) y el majestuoso púgil reconvertido en actor Souleymane M’Baye, una especie de bloque de hielo que parece no tener alma. Los personajes, en definitiva, no son ni buenos ni malos, ni generosos ni egoístas. La ambigüedad reina y eso es lo que los vuelve interesantes en una película que da voz y cuerpo a quien habitualmente es relegado a un papel entre bambalinas.

Sparring es una producción de Unité de Production en coproducción con su agente de ventas internacionales, EuropaCorp.

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(Traducción del italiano)

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