03/10/2017 - El primer largometraje de Peter Mackie Burns nos lleva de la mano al día a día caótico y atormentado de una mujer joven, libre y, a pesar de todo, radiante

El cineasta escocés Peter Mackie Burns, descubierto en la Berlinale con su cortometraje Milk (ganador del Oso de Oro en 2005), compite en el Zurich Film Festival (tras su estreno en el festival de Rotterdam) con su primer largometraje, titulado Daphne [+lee también:
tráiler
ficha de la película] y protagonizado por Emily Beecham.

Daphne puede clasificarse tranquilamente como una película de bajo presupuesto con un gran potencial, una especie de aperitivo que despierta el apetito y acaricia el paladar. Peter Mackie Burns nos regala un retrato íntimo y conmovedor de una mujer libre e independiente que busca su camino en mitad del caos londinense. Un día, tendrá que lidiar impotente con un suceso violento: el apuñalamiento de un propietario de un pequeño comercio de barrio da al traste con (todos) sus planes.

¿Cómo elaborar y superar este trauma? Daphne parece en un primer momento inmune al dolor pero las consecuencias psicológicas no tardarán en aparecer. Los efectos a corto y medio plazo son tan imprevisibles como radicales y se pondrá en jaque su existencia, dominada por una irresistible sed de libertad, un hedonismo totalmente reivindicativo y una vida cotidiana pautada por encuentros casuales y drogas recreativas (“cuando tomo cocaína, pienso en Freud”).

Descubierta gracias a su sorprendente interpretación de monja aspirante en The Calling y por la serie Into the Badlands, Emily Beecham encarna a Daphne, una mujer compleja, fuerte y misteriosa que se pierde para reencontrar su camino. La Londres que sirve de trasfondo durante toda la película es extremadamente real: llena de tráfico, caótica e impersonal, a años luz del glamour de pacotilla de (demasiadas) comedias (románticas) anglosajonas.

El director de fotografía Adam Scarth consigue el equilibrio entre la grisura y la luz, la tristeza urbana y los retazos de humanidad. Peter Mackie Burns presenta con increíble destreza las dinámicas que rigen la vida en la metrópolis inglesa (si bien el discurso puede generalizarse a muchas otras grandes ciudades europeas): relaciones laborales tragicómicas, encuentros sexuales de poca monta y relaciones humanas que parecen desvanecerse con la llegada del alba (y la impertérrita “resaca”). La única relación auténtica, aunque definitivamente no común, que mantiene Daphne es con su madre (estupenda Geraldine James), un espíritu libre que no pretende en absoluto dejarse vencer por la enfermedad que la atenaza, como una heroína prerrafaelina de nuestros días (su pelo, entrelazado como si fueran hilos de lana, y el peinado rebelde de Daphne, rojo como el fuego, recuerdan a las modelos de los cuadros de Dante Gabriel Rossetti).

En definitiva, un pedazo de vida auténtica que se convierte, a través del cine, en poesía de lo cotidiano. Daphne nos hace pensar en las heroínas de Lena Dunham tanto como en la conmovedora sensibilidad de las mujeres (fuertes y misteriosas) de la filmografía de Amos Kollek. Su vida es radicalmente distinta respecto a la de las supermujeres (supermamás, supermujeres de negocios y más y más) elogiadas por las revistas, como tratando de recordar al mundo que no hace falta llamarse Gwyneth Paltrow (una de las primeras “supertodo”) para ser consideradas únicas y especiales.

La de Peter Mackie Burns es una película que elogia la imperfección entendida como humanidad en un mundo que parece obsesionado con el éxito, por efímero que sea. El trabajo de sonido de Joakim Sundtsrom regala a la película una capa retro inesperada, muy de los años 70, que enriquece las deambulaciones urbanas de Daphne con sonidos fascinantes y en ocasiones desestabilizadores (como la heroína misma).

Daphne es una pequeña gran película que se insinúa bajo la piel, como una especie de electroshock que despierta los sentidos. Daphne es una producción de The Bureau que distribuye Altitude Film Entertainment Distribution.

(Traducción del italiano)