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SUNDANCE 2018 Competición World Cinema Dramatic

Crítica: Pity

por 

- El segundo largometraje del griego Babis Makridis es una comedia tan negra como socarrona que juega con el tema del dolor en un entorno tremendamente realista

Crítica: Pity
Yannis Drakopoulos en Pity

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en el Festival de cine de Sundance, el guionista y director griego Babis Makridis regresa a Park City con su segundo largometraje, Pity [+lee también:
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, para competir en la Competición World Cinema Dramatic. El cineasta de Kastoria mantiene y desarrolla su personal estética para ofrecernos otra comedia negra con la que aspira a repetir la buena acogida que su ópera prima mereció en el circuito festivalero internacional. De entrada, Pity ya ha sido programada en Róterdam y Gotemburgo.

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“La cara que pone la gente cuando se apiada de alguien es una expresión difícil de reproducir deliberadamente”. Esta idea habita en el corazón y en el día a día de un abogado en buena forma a sus 45 años de edad (Yannis Drakopoulos) debido a la condición crítica que atraviesa su esposa (Evi Saoulidou) a raíz de un accidente. Su mujer se encuentra en coma y él y su hijo reciben compasión incondicional de todo el mundo circundante. Con los regalos banales, como un pastel de naranja de un vecino, y los deseos de corazón, como los de su tintorero (Makis Papadimitriou), el protagonista se monta su propia rutina: cada mañana se echa su llanto de turno y baja al sótano de la melancolía. La intensidad de estos sentimientos de pérdida anticipada no tardan en volverse adictivos, como no tarda esta miseria en resultar más o menos acomodaticia. Esta vida de ensueño, sin embargo, se verá amenazada con el despertar de su mujer. ¿Qué va a hacer ahora sin toda esa piedad en torno suyo?

Makridis y su amigo y coguionista Efthimis Filippou (Langosta [+lee también:
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, El sacrificio de un ciervo sagrado [+lee también:
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) vuelven a crear un universo paralelo que comparte muchas cualidades con la realidad, si bien resulta mucho más sombrío y divertido. Como en L, el anónimo héroe del film atraviesa su crisis personal, solo que esta vez no se cuestiona sobre su identidad sino más bien sobre su existencia. En lugar de en un coche, el hombre está atrapado en un ambiente de clase alta, brillante y seguro que le viene como anillo al dedo. Su estatus personal y profesional no le proporcionan la satisfacción que añora, cosa que sí le otorga la conmiseración de sus allegados. Esta caverna emocional masoquista y profundamente deprimente caería fácilmente en lo grotesco si no fuera por el equilibrio entre lo absurdo de la historia y la extrema ingenuidad de nuestro tragicómico héroe, incapaz de sobreponerse al destino que él mismo se ha autoimpuesto.

Todo ello acaba de perfilarse con la interpretación austera e irónica del experimentado Drakopoulos, quien, a pesar de no brindarnos un mínimo gesto en toda la película, consigue transmitir la indudable congratulación que experimenta con su luto. El entorno estilizado y estéril que logra crear el director de fotografía Konstantinos Koukoulios (aquí en su debut) genera la obligada contradicción con el pesar del protagonista, sobre todo cuando va a la par de esa extraña adaptación del lamento folclórico escrita por Filippou y cantada por Drakopoulos. Con Pity, Makridis abandona ese estilo narrativo de “viñetas” de su ópera prima para abrazar uno más lineal que le permita avanzar en su historia a la vez que construye un protagonista más sólido. El resultado final es una continuación realista de su debut que bien podría disfrutar de una acogida ante su público aún mejor que la de L.

Pity es una coproducción polaco-griega entre los mismos que estuvieron detrás de L, a saber, Amanda Livanou (Neda Films/Beben Films) yChristos V Konstantakopoulos (Faliro House), con Klaudia Śmieja, Beata Rzeźniczek (Madants Films), ORKA y Foss Productions y sendas participaciones de Eurimages, el Greek Film Centre, el Polish Film Institute, la Onassis Foundation y ERT SA. La varsoviana New Europe Film Sales administra sus ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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