Gabriele Rossetti regresa a su pueblo en Puglia para dar el último adiós a su moribundo padre, Ernesto. Las últimas palabras del anciano despiertan en Gabriel el recuerdo de un episodio lejano en el tiempo, cuando era niño en los años 60 y vivía con su padre, quien era jefe de la estación local de ferrocarril y tenía aspiraciones artísticas. Su madre, Franca, era profesora y su tío Pinuccio era el hermano menor de Franca. Cuando Gabriele se ocupa de la sepultura de su viejo padre y pasa la noche en la casa donde vivió su infancia descubre una verdad que hasta ahora parecía inconcebible y que cambió profundamente la perspectiva con la cual miró siempre a su padre.