El doctor Kruge es un pionero decidido a introducir el suicidio en la modernidad. Su clínica recibe una subvención del gobierno con el fin de que el suicidio no sea una tragedia, sino una acción médica asistida. Su sueño es dar con un ámbito terapéutico en cuyo seno la medicina pueda dominar este impulso de destrucción contra sí mismos que sienten los desesperados o los enfermos. Cada día, el doctor Kruger recibe a los pacientes y los escucha. Por turnos, van pasando por su consulta y examinan con él los motivos que justifican, o no, su suicidio. Una vez tomada la decisión, cada uno tiene el derecho de realizar un último deseo: un desayuno especial, un vino de excelencia, un capricho personal. El doctor Kruger es un humanista que busca dar la muerte a otros de una manera más grata. Pero en la montaña aislada donde ha decidido cumplir su sueño de «suicidio ideal» algo le recuerda que nadie puede controlar el impulso de la muerte: la muerte misma.