A sus treinta años, Sandrine está decidida a realizar el sueño de su vida: hacerse agricultora. Deja París, su trabajo de informática y se va a una granja perdida por la meseta del Vercors. Un nuevo comienzo, al fin. Adrien es un viejo campesino dsipuesto a vender su finca pero hastiado y amargado: no tiene ganas de enseñar el oficio a nadie y menos a una parisina. Le cede la granja pero sin intención de echarle una sola mano. Por él, puede volver a empezar de cero. Viéndose sola, Sandrine se ocupa de las cabras, hace reformas en el establo para convertirlo en refugio de montaña y usa el Internet para vender sus productos y ofrecer «posada», como dice un amigo de Adrien.