Cuando Corelli y su tropa llegan a la bellísima isla, piensan que su permanencia allí será una suerte de vacación griega, con la guerra a la distancia. En un principio Pelagia y el resto de los pobladores de la isla sienten recelo de estos visitantes que no han sido invitados, pero finalmente, el encanto de los italianos y su pasión por la vida despejan las divisiones de nacionalidad y circunstancias, y Pelagia llega a ver en Corelli el hombre que realmente es: lleno de amor por la vida, por su música, y por ella.