Anna vive sola con su hija Morgana y trabaja en el servicio de contabilidad de una gran sociedad. A gusto con su trabajo, apreciada por sus colegas y proveedores, todo bascula el día en que una multinacional adquiere su empresa. En honor de la fusión se organiza una fiesta; Anna es la única empleada a no ser saludada por el nuevo jefe de personal. ¿Un incidente banal, o quizá solamente un olvido? A partir de este pequeño acontecimiento, lentamente pero inexorablemente, el grupo se desencadena contra ella. Los fastidios comienzan, pequeños, imperceptibles, pero reiterados. Cuando sus directores la cambian de puesto y la obligan a volver a la parte más baja de la escala, Anne intenta tomar este cambio de manera positiva pero el comportamiento malvado de los asalariados la desestabiliza completamente. Enferma, incapaz , a partir de ese momento, de enfrentar su cotidiano, ni siquiera encuentra ya la fuerza de ocuparse de Morgana.