Desde hace más de 30 años, Muharrem lleva una humilde existencia como empleado en el barrio tradicional de Estambul donde nació. Modesto e introvertido, viviendo en la pobreza, el solitario hombre respeta estrictamente la ley islámica: reza mucho y practica la abstinencia sexual. Debido a su gran devoción, los dirigentes de un grupo religioso rico y poderoso se interesan por Muharrem. Lo ven como alguien concienzudo y digno de confianza, le ofrecen un empleo: se tiene que encargar de recoger los alquileres de los numerosos inmuebles. Vestido con ropa nueva, provisto de un teléfono móvil y de un ordenador; se convierte en testigo de engaños, de excesos de alcohol y descubre con consternación en sí mismo un lado orgulloso y dominador. Muharrem se encuentra en el mundo que hasta entonces había logrado evitar.