Isaac, de diecisiete años, vive solo con su madre después de que sus padres se divorciaran. Isaac intenta evitar todo contacto con la realidad y no tiene ningún amigo, por lo que sus actividades se limitan a sacar brillo a su espada de samurai, a escuchar su walkman, a pasar las horas en su cuarto o a colarse en las casas de los extraños cuando no están allí para cotillear sus cosas. Sus padres, Roos y Martin, siguen viéndose en los cafés y restaurantes para no perder el contacto y poder hablar así de su pasado. Roos le comenta un día a su ex-marido lo preocupada que le tiene Isaac, algo que desata las riñas y reproches, pues Martin parece no estar muy interesado en la educación de su hijo. Una pareja que debe reflexionar sobre el divorcio en toda su complejidad pero que sigue enamorada y no es capaz de separarse definitivamente.