07/04/2011 - Entrevista en París con una directora y guionista de 30 años de edad que ha debutado de manera fulgurante con dos originales películas, seleccionadas en Cannes y Berlín

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Céline Sciamma: Había imaginado esta historia, o por lo menos la situación inicial hace dos o tres años, pero no pensé que sería la base de mi segunda película. Me dejé llevar por las ganas de hacer una película muy rápidamente, de rodarla a toda velocidad. Esta historia me pareció ideal para conseguir esa energía a la hora de abordar los diferentes aspectos de la producción y lograr realizar una película ligera. Por otro lado, tenía ganas de hablar de la infancia, de hacer una película luminosa y dinámica, con una puesta en escena arriesgada. Cuatro años después de un primer largometraje que tuvo el éxito suficiente como para permitirme intentarlo de nuevo, la lógica me obligó a hacer una película más lenta. Sin embargo, quise responder a esta presión de manera espontánea, volver a trabajar con urgencia, encontrarme a la vez en la utopía de que se puede hacer cine cuando se está dispuesto y tener una historia que refleja mis preocupaciones sobre las cuestiones de la identidad y del género.

¿Por qué le fascina el tema de la identidad?
Porque ofrece una oportunidad apasionante para la ficción. Crea relatos, dramaturgia alrededor de la mentira, del doble juego y de la doble vida, en torno a la alteridad y del otro en sí mismo: son motores de ficción muy fuertes. Cuando hablo de identidad también me refiero a obras como Avatar, de James Cameron: de pronto se crea una distancia con relación a este interés personal y puedo proyectarme en la historia y en los personajes.

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ficha de la película] , usted aborda ahora otra edad de transición, entre la infancia y la adolescencia.
En esa edad hay un vuelco después del cual nada será ya como antes: es mi marco de acción preferente. Así es como me gusta entrar en las historias como espectadora y como directora, trabajando sobre la identificación, sobre la empatía. Y aunque trate temas íntimos siempre intento pensar en la acción.

¿Hasta qué punto pretendió realizar un retrato de la infancia?
Deseaba situar al protagonista en las relaciones que mantenía con su gente, pero no quería hacer una crónica sobre la infancia. El proyecto tenía tres puntos: el retrato de la infancia, a partir de una historia verdadera, y el encuentro de dos personajes como parte de una puesta en escena arriesgada. Dejé de lado el lado drama social porque quería que se vieran sonrisas, risas, y poder trabajar con los contrastes. La infancia permite todo esto.

¿Cuánto hay de inconsciente en la doble vida de la protagonista?
Un momento de confusión le da la oportunidad para ello, aun si esta mentira o esta falsa identidad no son sus objetivos principales. Con todo, se trata también de un deseo subyacente. Intenté que la película fuera lo más abierta posible sobre esta cuestión. Algunos pueden pensar que la ocasión hace al ladrón y que es sólo un juego, mientras que otros pueden creer que esta cuestión de identidad perseguirá a la protagonista a posteriori. En realidad, la película no da respuestas.

El bosque es un espacio de libertad donde la mentira de Laure crece; todo lo contrario a la vida familiar en el nuevo piso.
Afuera hay un espacio de ficción donde se hace lo que uno quiere. Tenía ganas de filmar una naturaleza acogedora y floreciente. Fuera ella respira; dentro se siente más limitada. De todas formas, no quería crear una oposición tan evidente. Ella, por ejemplo, disfruta de la compañía de su hermanita y de momentos de ternura con su padre. Se trata de una doble vida y a ella le gustan estas dos vidas, solo que en una de ellas Laure se reinventa a sí misma.