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Alain Guiraudie • Director

“La naturaleza puede hacernos soñar”

por 

- Alain Guiraudie nos habla de su atrevida El desconocido del lago, ganadora del premio a la mejor dirección en la sección Un Certain Regard de Cannes.

Una playa de nudistas al borde de un lago, deseo pasional, ardor amoroso, un crimen y una investigación: con estos ingredientes, el cuarto largometraje del francés Alain Guiraudie, El desconocido del lago [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Alain Guiraudie
ficha de la película
]
(L'Inconnu du lac), causó impresión en el 66º festival de Cannes y se hizo con el apoyo de gran parte de la crítica y con el premio al mejor director de la sección Un Certain Regard. Cineuropa se reunió en París con este cineasta en busca permanente de una mayor destreza y con una trayectoria de lo más personal que ya le había valido la participación en la Quincena de los Realizadores con sus tres obras anteriores (en 2001, 2003 y 2009).

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Cineuropa: ¿Cómo nació la idea de El desconocido del lago?
Alain Guiraudie: Por lo general, hay muchas ideas que chocan entre sí en mi cine y me gusta mucho mezclar géneros. Redacté el guion rápidamente, en un mes y medio. Quise partir de un mundo real con el que estoy familiarizado, un microcosmos, y hablar con toda franqueza del mundo homosexual. Para ello, me dirigí a un lugar que ya conocía, a la orilla de un lago (que no es el que nos sirvió para el rodaje). Mi intención era llegar a hacer algo muy depurado, muy sencillo, sin dejar de abordar distintas cuestiones sobre el amor con una historia muy pasional y sexual y, en contrapartida, otra donde el sexo aparece desligado.

¿Por qué inyectó elementos del thriller en la historia?
Decidí poner a mi protagonista en una situación insostenible entre el deseo y el amor que siente por un hombre y que se plantease algunas cuestiones morales desde que es testigo del asesinato. Tenía que acarrear sobre sus hombros esas cuestiones que también alguien del exterior, en este caso un inspector de policía, le replantearía. El personaje "maléfico", tan atractivo y carismático, también tenía su lugar en este universo.

Resulta paradójico que a la película no le falten momentos de comedia.
Di la vuelta a la tortilla con respecto a mis anteriores películas, que eran más bien comedias con elementos que invitaban a la inquietud. Aquí, quería que la angustia tomase la delantera, sin que por ello desapareciesen lo cómico y lo burlesco, que son esenciales para mí. Creo que la tragedia se vuelve aún más trágica cuando tiene puntos de vista cómicos al lado.

¿Cómo jugó con el ritmo circular de la intriga, con esa repetición de trayectos y variaciones?
Está claro que la idea era la de contar una historia a puerta cerrada en el exterior. Por muy amplio que sea el lugar, no nos salimos de él, a él volvemos siempre. Los días son todos prácticamente iguales, salvo que no son iguales en absoluto: hay un dispositivo clínico que vuelve en cada viaje. Me gustaba esa recurrencia, que se remonta a mi primer corto, que funcionaba así. También tiene que ver con el teatro, con una geografía simple, con gente que se encuentra permanentemente en el mismo lugar, con la tensión del film.

¿Qué puede decirnos de las escenas de sexo explícito?
Por una parte, tenía la razón íntima de afrontar de una vez mi propia sexualidad y representarla en su totalidad. Por otro, hay una intención más estética de mostrar que aquello que tendemos a dejar a un lado de la pornografía también puede ser hermoso y, sobre todo, conectar las relaciones amorosas con los órganos que solemos clasificar como "sucios", imbricar con fluidez las relaciones amorosas y el sexo. En la pasión hay sexo y en el sexo están los órganos que se penetran o se interpenetran. Tenía bastantes más planos de sexo no simulado y, al final, opté por no mostrarlos de manera demasiado ostentosa.

¿Cómo trabajó la extraordinaria luz de la película?
No estaba muy satisfecho con algunas de mis películas: el modo en que trabajé con la noche no era ni suficientemente artificial ni suficientemente artístico. Tenía ganas de hacer una cinta naturista con todas las de la ley; como decía Flaubert, no hay nada más hermoso que actuar conforme a la naturaleza, hacer soñar. Y la naturaleza puede hacernos soñar. Por ello, me apetecía hacer uso del gran electricista que es el sol y trabajar en la propia evolución del día, pasando por luces como la del final del mediodía, la del crepúsculo y la del final del crepúsculo. Eso otorga una riqueza luminosa que participa en gran medida en la sensualidad de la película.

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(Traducción del francés)

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