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SAN SEBASTIÁN 2019

Miguel Ángel Jiménez • Director de Una ventana al mar

“La ficción sirve a veces para redimirnos y aliviarnos”

por 

- El cineasta madrileño Miguel Ángel Jiménez nos habla de su nueva película, Una ventana al mar, una coproducción hispano griega con Emma Suárez que transcurre en una isla mediterránea

Miguel Ángel Jiménez  • Director de Una ventana al mar
(© Lorenzo Pascasio)

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es la nueva película de ficción de Miguel Ángel Jiménez (Madrid, 1979), cineasta vinculado al País Vasco que produjo para Alberto Morais el documental cinéfilo Un lugar en el cine (2007) y hasta logró que Aki Kaurismäki le ayudase a levantar uno de sus cortometrajes: Las huellas. Ahora presenta su último trabajo en la Gala EITB del 67º Festival de San Sebastián, protagonizado por Emma Suárez (la inolvidable Julieta [+lee también:
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de Pedro Almodóvar) y filmada entre Bilbao y la isla griega de Nisyros.

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Cineuropa: ¿Cómo se fraguó esta coproducción entre España y Grecia?
Miguel Ángel Jiménez:
Teníamos claro que necesitábamos la coproducción con Grecia, porque queríamos rodar en la isla de Nisyros, en el Dodecaneso, porque allí surgió la historia. Entonces acudimos a un foro de coproducción en el Festival de Trieste (When East Meets West) y allí hablamos con tres productores griegos y uno de ellos, Konstantinos Kontovrakis, se interesó por el proyecto y luego nos hemos hecho muy amigos. Siempre hemos levantado coproducciones con Georgia, Rusia o Francia, y con Grecia ha sido fantástico, conseguimos el apoyo de Eurimages para la película, y estamos pensando hacer más cosas, porque son compañeros fantásticos.

Hay cierto vínculo vital entre España y Grecia…
Sí, a nivel humano: me da la sensación de que los griegos se parecen más a nosotros que a los italianos. La comunicación es perfecta. Me encuentro a gusto allí. Ya conocía Grecia, de cuando rodamos allí con Theo Angelopoulos Un lugar en el cine. Luego filmé un cortometraje el año pasado, Kafenio kastello, mientras preparábamos esta película, en el centro de Atenas. A través de todas estas experiencias he sentido un enorme cariño por los griegos.

Como muestra Una ventana al mar, a veces no somos dueños totales de nuestras vidas, sino que los demás invaden nuestras decisiones: es un gran tema de la película.
Sí, tuve la desgracia de perder a mi madre por un cáncer e intenté hacer lo que se esperaba de mí e intervenir demasiado. Me gusta que eso no suceda en la película, que el personaje central sea soberano y libre decida hacer sus cosas por su cuenta. Queríamos plasmar esa libertad, porque aunque lo esté pasando mal en el fondo, nos gusta pensar que son los mejores momentos de su vida.

¿A quién dedicas la película?
A mi madre Mercedes; a Guillermina, la tía del director de fotografía, Gorka Gómez Andreu, una mujer maravillosa que nos ayudó mucho con los cortometrajes, y al gran artista Ceesepe, que falleció el año pasado, que mantenía una estrecha relación con Emma. Fueron nuestras tres dedicatorias y Emma fue una campeona porque acaba de vivir el duro momento de la pérdida, pero se atrevió a venir a la isla. Yo le dije que iba a estar muy a gusto allí y lo disfrutó: le animé a que hiciera como su personaje y se iba por ahí con su moto.

El mar está presente en esta costa vasca y las orillas de las islas griegas. ¿Es un vínculo entre esos dos mundos tan diferentes?
Sí, aquí tenemos el mar Cantábrico, que estalla poderoso contra las rocas al comienzo de la película. Y luego está el Mediterráneo, calmo, más acogedor y amable, que acaricia la costa y arropa al personaje. La casa que aparece en la película está sobre el mar y el personaje central se atreve a abrir esa ventana a su propia vida: sus dueños son dos jubilados, hicimos un embarcadero y me entraron ganas de quedarme vivir allí. Filmamos cuatro semanas en la isla, una en Atenas y otra en Bilbao, hace justo un año, en octubre.

¿La idea original de Una ventana al mar surgió de ti?
Sí, me reuní con Luis Moya, el coguionista, le conté ese impulso de hacer una película muy sencilla y franca de una mujer que está enferma y llega a una isla donde todo le va bien y es feliz. No quiero hacer una película de Haneke, a quien admiro, sino algo muy diferente. Tardé también mucho tiempo en enfrentarme a la historia y luego,  gracias a que el director de fotografía nos animó, nos sentamos y acabamos el guion. Enseguida se lo enseñamos a Emma, le gustó mucho y nos apoyó desde el principio.

¿Cómo se controla no caer en la lágrima fácil con una historia con un tema dramático de fondo?
No quise ver muchas cosas sobre la enfermedad o el final de la vida, que no muestro. Intentaba controlar las emociones. Hubo algún momento en que pensé si me habría pasado. Imagino que cada uno vivirá la película desde su experiencia y a algunos espectadores les parecerá muy melodramática y a otros austera. Lo que sí espero es que no deje indiferente, que quieran a esa María, la protagonista, y le deseen lo mejor. Y que al salir del cine les apetezca llamar por teléfono a alguien o hacer un viaje. Ojalá que pase eso.

¿Ha sido para ti rodarla como una terapia o un regalo para tu madre?
He cerrado un capítulo de mi vida de un modo sencillo: la ficción sirve a veces para redimirnos y aliviarnos. A mí me ha ayudado y me siento mejor: he asimilado la muerte de mi madre haciendo esta película.

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