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VENECIA 2020 Biennale College Cinema

Pedro Collantes • Director de El arte de volver

"Quería retratar la sensación de desincronía"

por 

- VENECIA 2020: El arte de volver es el primer largo de Pedro Collantes, que nos habla sobre el reto de llevar a cabo su proyecto con pequeño presupuesto, pocos meses y una pandemia por medio

Pedro Collantes • Director de El arte de volver
(© La Biennale di Venezia/ASAC/Andrea Avezzù)

Pedro Collantes (Madrid, 1980) ha llegado al Festival de Venecia para la premiere de su ópera prima, El arte de volver [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Pedro Collantes
ficha de la película
]
, seleccionada en la última edición del programa Biennale College Cinema. Entre nervioso e ilusionado, el cineasta madrileño atendió a las preguntas de este periodista, pocas horas antes de dicha presentación.

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Cineuropa: ¿Cómo fue tu llegada al Biennale College Cinema?
Pedro Collantes:
Envié mi proyecto el año pasado. Me parecía interesante porque he hecho siete cortos en los que he ido evolucionando en duración y en presupuesto: empecé con uno de cinco minutos, rodado con nada, y el último fue de 25, con algo de presupuesto y con apoyo de alguna televisión. Me gustaba la idea del primer largometraje dentro de ese marco del micropresupuesto y donde te acompañan en el desarrollo y la producción. Me pareció una evolución natural, un reto asumible. El tratamiento inicial fue seleccionado junto a otros once. Vinimos en octubre del año pasado a Venecia, diez días, con mentorías de guion y producción para desarrollar las ideas de forma práctica. Esto se lleva a cabo en la isla de San Servolo, que fue durante años un manicomio: me pareció el lugar ideal para encerrar a personas que quieren hacer películas con micropresupuesto (risas). Luego te mandan para casa y tienes un mes para escribir una primera versión del guion. De ahí seleccionan los cuatro finalistas, que reciben la financiación.

¿De qué cuantía se trata y cuánto tiempo tenías para el rodaje?
Esos proyectos finalistas se anuncian en diciembre: cada uno recibe 150.000 €. En septiembre siguiente tiene que estar la película terminada. Son en total nueve meses, así que no se puede perder ni un minuto.

¿El aprendizaje es entonces especialmente intenso?
Una vez que se pone la rueda en marcha, no se puede frenar. A veces las producciones normales necesitan mucho tiempo, porque cuesta encajar la financiación, el reparto, el equipo, los calendarios... pero aquí, como tienes un deadline que no se puede mover, has de tirar para adelante y buscar soluciones creativas para todo y no parar. Es agotador, pero muy bonito. No creo que haya muchas formas de pasar de un tratamiento a una película terminada y estrenada en menos de un año.

Has tenido en este programa varios tutores: ¿recuerdas algún consejo recibido que te haya servido especialmente?
El equipo de mentores –fantástico– es muy variado e internacional, desde guion a producción, y –después de rodar– de montaje. Yo edité la película durante el confinamiento, con Mary Stephen de forma virtual: ella es maravillosa y ha montado películas de Éric Rohmer, entre otros grandes. Me ayudó mucho también lo que me dijo Mike Ryan, productor de films de Todd Solondz: “el presupuesto es la estética“. En este caso tenía un límite económico, por lo que tienes que encontrar el alma de la película y que encaje en él de forma orgánica: la historia encuentra así su manera de vivir dentro de esos límites.

La puesta en escena del film se basa en pinceladas que van describiendo al rol central.
Fue clave dar con ese planteamiento formal; no hay secuencias cortas de pocos minutos, sino que vamos a seguir a una chica en trozos de vida largos: una colección de encuentros con diferentes personajes. La suma de ellos da una visión caleidoscópica de la protagonista, a través de la mirada que proyectan los demás sobre ella y cómo ella reacciona a esa mirada.

En esos encuentros son fundamentales los diálogos: ¿te resulta grato escribir conversaciones?
Me gusta mucho escribir diálogo y Daniel Remón me ha ayudado en la estructura, pues en esa parte tengo menos experiencia de guion. Yo pongo a los personajes a hablar, sin saber a dónde van, y luego tengo que recortar, encontrando lo esencial.

“Volver” es el verbo más empleado en tu primer largometraje: ¿a qué se debe este énfasis?
Está muy inspirado en vivencias de amigos y mías personales, pues en 2008 viajé a Noruega y ahí empecé un periplo de nueve años. Luego me fui a Ámsterdam a estudiar y a varios sitios más. En 2017 volví a Madrid y me interesaba retratar esa sensación de desincronía: cuando te vas, pasa un tiempo y las relaciones se siguen manteniendo desde la distancia de una forma irregular; así que cuando regresas se da un proceso de volver a poner en sincronía las relaciones. No sé si es algo generacional –pues muchos se fueron en esa época–, pero también esto mismo se puede dar en una persona que se va a otra ciudad o incluso sin irse: es más que nada hablar del volver a las relaciones, y cómo éstas mutan con el tiempo.

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