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SAN SEBASTIÁN 2021 Galas RTVE

Manu Gómez • Director de Érase una vez en Euskadi

“No estoy de acuerdo con Hitchcock”

por 

- Aunque el maestro recomendaba no trabajar con niños, el cineasta vasco debuta con un largo ambientado en la convulsa década de los 80, vista a través de los ojos de aquel crío que él mismo fue

Manu Gómez  • Director de Érase una vez en Euskadi
(© SSIFF/Jorge Fuembuena)

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sigue la trayectoria de cuatro chavales que ven con asombro y curiosidad lo que sucedía alrededor en aquella región sacudida por el terrorismo, el sida y la heroína: en el film ha volcado sus recuerdos de infancia el debutante Manu Gómez, que ha contado con el respaldo de Beatriz Bodegas (La Canica Films [+lee también:
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). La película se verá en una de las galas RTVE del 69º Festival de Cine de San Sebastián.

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Cineuropa: ¿Contento de estrenar en Donosti?
Manu Gómez:
Estoy feliz de tener una película, partiendo de la base de que la rodamos en circunstancias que nadie pudiera imaginar: una pandemia. Más allá de poder terminarla, San Sebastián no podía ser un escenario más apropiado para ella.

¿El covid-19 interrumpió su filmación?
Íbamos a rodar cuando llegó la primera ola, que nos encerró de aquella manera tan brutal, y cuando se abrió todo, aprovechamos y la rodamos, con tal suerte que pudimos terminarla y dos semanas después nos volvieron a confinar.

¿Cómo llegaste a conocer a tu productora, Beatriz Bodegas?
Coincidí con ella, yo como ayudante de dirección, en una película que ella producía, dirigida por Antonio Hernández, Matar el tiempo [+lee también:
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. Desde el primer momento supe que era una productora ideal, por su valentía y su manera de afrontar los proyectos: cómo los escoge y lucha por ellos; es una especie de Elías Querejeta en mujer, porque tiene mucho criterio en todos los aspectos del film, y trabajamos codo con codo en todo el proceso de elaboración del largometraje.

¿Qué aprendiste como ayudante de dirección con Hernández y con otros cineastas: qué errores que has visto no te gustaría cometer tú mismo?
Sobre todo la soberbia. Rodé un cortometraje en 2013, Das Kind, con el que estuvimos en muchos festivales, y me invitaron, por su paralelismo con La cinta blanca [+lee también:
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, de Haneke, a una charla en Oviedo, y entre las muchas preguntas que le hicieron a este genio destacó “¿cuál es el secreto de sus películas?” Y contestó algo que yo siempre he aplicado: el valor añadido es algo súper importante, rodearte de gente a quien escuchar es vital, y el defecto más grave que puedo ver en compañeros es esa soberbia, cuando alguien te regala una buena idea y por el hecho de que no sea tuya, no la apliques. Las películas las construimos entre un montón de gente y cuando implicas al equipo, también la están haciendo. Cuando tú eres como un capataz e impones férreamente la manera de trabajo, el equipo está deseando que termine la jornada y volver a su casa; pero cuando el equipo ama el proyecto y las cosas se ponen feas, echa una hora más sin problema, porque se siente partícipe.

¿Eso también lo incultas en tus alumnos del Instituto del Cine Madrid?
Totalmente, la humildad es algo que no hay que abandonar nunca y en esta profesión estamos siempre aprendiendo, nunca terminas de saberlo todo: eso te obliga a ser humilde. Ahora doy clases a futuros actores: en este momento de sus vidas son más humildes que los futuros técnicos.

¿Cuáles son tus maestros o referentes?
Recuerdo tener diez años y estar viendo con mi padre películas de Berlanga, que me gustaban más que Regreso al futuro. Me encanta por ejemplo Sorrentino, y estoy deseando ver Fue la mano de Dios [+lee también:
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, que también habla de su infancia, como mi película lo hace de la mía.

Las familias protagonistas de Érase una vez en Euskadi son inmigrantes, procedentes de otras regiones españolas.
La película, que tiene mucho de autobiográfica, es un homenaje a aquella gente, a esa inmigración dentro del propio país, que era igual de dura: en el caso de mi padre, salir de Granada y meterlos en un pueblo industrial norteño tuvo su dificultad.

Alfred Hitchcock aseguraba que nunca había que rodar con niños, con animales ni con Charles Laughton: aunque tú no has tenido a este último, sí lo has hecho con Luis Callejo.
(Risas) He tenido a ese genio de la interpretación, a quien quiero a rabiar. No estoy de acuerdo con Hitchcock: no he sufrido lo que dice. Mis niños jugaban: cuando conoces sus reglas, la manera de que trabajaran era meterse en sus juegos, y no fue traumático ni difícil, sino todo lo contrario. Y con los perros, aunque el del largometraje mira mucho a cámara, teníamos un buen adiestrador y no recuerdo ningún momento crítico.

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