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España / Argentina

José Corral Llorente • Director de Contando ovejas

“Tengo un lado muy oscuro”

por 

- Para su ópera prima, este cineasta curtido en la animación ha contado con la producción de Pedro Hernández y las actuaciones de Eneko Sagardoy, Natalia de Molina y Juan Grandinetti

José Corral Llorente • Director de Contando ovejas
(© Abraham García Blázquez)

José Corral Llorente, de 45 años, estrena el 13 de abril su primer largometraje, Contando ovejas [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: José Corral Llorente
ficha de la película
]
, una comedia negra que interpretan Eneko Sagardoy, Natalia de Molina y Juan Grandinetti, y que cuenta también con las voces de Julián Villagrán, Manolo Solo y José Luis García-Pérez. Auspiciada por Pedro Hernández, de Aquí y Allí Films, se trata de una coproducción con Argentina rebosante de osadía.

Cineuropa: Tú posees un pasado animado…
José Corral Llorente:
Sí, vengo de la animación, pues me he ganado la vida haciendo 3D para publicidad mientras intentaba sacar tiempo para realizar mis cortometrajes. Down by Love me costó tres años en levantarlo, con pocas vacaciones. Los hacía yo solo, pues es muy difícil involucrar a alguien para que trabaje gratis durante un tiempo tan largo. Después de ese trabajo, de 2016, recogí mis bártulos, dejé Madrid y me fui a Canarias.

Uno de tus cortos se titula Dark Side. ¿Tienes un lado oscuro?
Ese cortometraje no me representa mucho, porque fue una especie de medio encargo, pero sí, tengo un lado muy oscuro: vivo en un lugar tan luminoso como Canarias, pero encerrado. Ha habido gente que se pregunta viendo Contando ovejas si sufro alguna patología… ¿Entonces también está enfermo Christopher Nolan? ¿Y David Lynch? ¿O David Cronenberg? Mi madre, que me conoce a fondo, ha visto el largo y no se ha asustado. Hay que disociar al creador de su obra y, de hecho, ahora estoy dirigiendo una película infantil, sin una gota de sangre.

Quizás hacer películas como Contando ovejas puede llegar a ser algo terapéutico…
Pero la primera versión del guion es de hace nueve años y yo he cambiado: con estos procesos tan largos, cuando terminas la obra eres alguien distinto a cuando empezaste. Estando en Canarias, quizás debido al sol y al surf, sentí la necesidad de darle más color y alegría a la película metiendo el humor, a los modernos y las drogas de diseño. Y el hobby del personaje pasó de ser dibujo técnico a maquetas, y las ovejas pasaron de ser cartoons a ser de papel maché y cartón.

¿La animación entonces está en tu vida de una forma tan presente como en la de Ernesto, el personaje de Eneko Sagardoy, protagonista de Contando ovejas?
El salón de mi casa en Madrid era un taller: allí construía las maquetas, veía películas, dormía durante tres años. Me encontré hace seis con Pedro Hernández y me dijo “¡Adelante con la película!” Nos presentó un amigo común que había trabajado con él. Pedro es una persona abierta a proyectos y hace películas muy diferentes unas de otras, se enamora del arte de una persona y apuesta; tira del carro, es positivo y transmite gran energía.

En Contando ovejas se habla de las consecuencias de la contaminación acústica provocada por vecinos ruidosos.
Sí, yo la he sufrido bastante en apartamentos donde viví. Por eso el tema del insomnio y el vecino molesto ha sido recurrente en varias historias que he escrito. Ahora ya no tengo esos problemas para dormir, pero una situación así de incómoda te puede llegar a desquiciar.

Las ovejas de tu película son un poco como el Brad Pitt en El club de la lucha, salvando las distancias…
Exacto. La oveja blanca representa la razón; la negra es el ego dolido, rasgo característico de los asesinos en serie, que necesitan saciarse sintiendo tener el poder sobre la vida y muerte de otra persona, sin mirar las consecuencias; y la oveja marrón representa al miedo, despreciado por los demás cuando es un mecanismo de defensa. Estas tres cosas todo el mundo las tiene dentro.

¿Y por qué ese odio a los modernos en tu film? Me recuerda a Acción mutante, de Álex de la Iglesia.
No es tanto el odio a los modernos como un contraste con los habitantes del edificio donde transcurre la película: ellos son gente desenfadada y disipada, que disfrutan de la vida y no pertenecen al mundo oscuro de esa casa. Son dos mundos enfrentados.

Y por momentos, viendo la película, sientes que entras en una rave.
La escena de la fiesta parece que pertenece a otro film, con todo súper exagerado. En el rodaje llegamos a un punto tal de saturación que creo que eso se plasma y funciona: la fiesta fue difícil de rodar, con las medidas covid y el humo, pero al final se plasmó en la actuación de los actores. En esos momentos entras en otro lugar que parece que no está en el edificio donde transcurre toda la acción.

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