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BERLINALE 2023 Competición

Estíbaliz Urresola • Directora de 20.000 especies de abejas

“Haciendo sentir vergüenza a la gente se coartan sus deseos y acciones”

por 

- BERLINALE 2023: La cineasta vasca debuta con una historia altamente emotiva que habla de familias que funcionan como colmenas sociales y donde cuesta bastante aceptar la diferencia

Estíbaliz Urresola • Directora de 20.000 especies de abejas
(© Laia Lluch)

Estíbaliz Urresola ha dirigido hasta la fecha solo una película, titulada 20.000 especies de abejas [+lee también:
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tráiler
entrevista: Estíbaliz Urresola
ficha de la película
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, seleccionada en la Competición de la 73ª Berlinale, aunque su nombre ya llamaba la atención desde que su último cortometraje, Cuerdas, se estrenara en la Semana de la Crítica de Cannes 2022 y fuese nominado al premio Goya. Estamos pues ante una artista que puede seguir cosechando alabanzas (y galardones) con un trabajo que, antes de su estreno en salas, ya barrunta el éxito.

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Cineuropa: Quizás el gran tema de 20.000 especies de abejas sea la pluralidad, que ya aparece en su título: algo tan necesario como aceptar las diferencias que, además, nos enriquecen.
Estíbaliz Urresola:
Totalmente, el film es un canto a la diversidad, como la que garantizan los insectos del título, que me permitían trabajar la imagen de la colmena familiar, donde cada abeja tiene su función específica y necesaria para el funcionamiento del grupo. Ese organismo superior (la colmena) se rige por unas reglas propias que me interesa identificar como familia. Ahí se genera esa tensión del individuo y lo colectivo, con este retrato de abejas distintas, diversas y necesarias (abuelas, tías, madres, hijas…) para el funcionamiento social. También me interesaba no sólo enfocarme en el recorrido del personaje de Cocó/Lucía, la niña protagonista, sino asimismo en cómo se transformaba la mirada de quienes le rodean: para eso necesitaba armar ese entorno de personas distintas recibiendo, aceptando o confrontando la realidad que se pone sobre la mesa.

Resulta difícil deshacernos de etiquetas: la sociedad cataloga y cualquier novedad provoca una reacción contraria a aceptarla.
Eso tiene que ver con el desconocimiento, que nos provoca miedo y nuestra primera reacción es de rechazo a lo desconocido. A lo largo de la Historia hemos ido enfrentando distintas realidades que nos han dado pavor en su momento, las hemos rechazado y finalmente –con la convivencia y comprensión– hemos acabado integrándolas y valorándolas como la riqueza que son. Imagino que con esta realidad va a pasar lo mismo: es cierto que la transexualidad no es algo nuevo, pero las infancias trans han salido a la luz hace poco. Títulos como los que se están rodando internacionalmente sobre esta realidad hablan de la urgencia y la necesidad de abordar la cuestión.

Y a partir del conflicto que plantea tu película se oyen frases tan certeras como “No hay que mirar para otro lado” o “No vivir con vergüenza”; fuerzas que necesitamos para ser nosotros mismos, seamos cómo seamos.
Totalmente, das en el clavo rescatando la idea de vergüenza, porque era uno de los temas de fondo que quería trabajar: cómo el pudor había sido un mecanismo de control en el cuerpo social para controlar tanto a la mujer como a identidades divergentes que se salieran del rígido marco binario. A través de hacer sentir vergüenza y pudor a los individuos se coartan sus actividades, deseos y acciones. En el caso de la mujer, esas ideas están en su ADN. Por eso quería investigar cómo a estas mujeres del film, de distintas generaciones (la abuela, la madre, la adolescente hermana mayor o la propia Lucía protagonista) esa vergüenza ha condicionado su expresión, subjetividad y relación con el mundo. Ese legado que viene en el ADN se representa en 20.000 especies de abejas en la obra del padre y en ese taller que heredamos y que de alguna forma se termina derrocando y ofreciendo quizás un nuevo paradigma para comprender.

Las mujeres ocupando de nuevo el centro de tu trabajo, como en tus cortometrajes Cuerdas y Polvo somos. ¿Te interesa especialmente el universo femenino y sus complejidades?
Siento, como espectadora, que la historia del cine tiene una deuda con los personajes con los que yo podría haberme sentido identificada o que me hubieran construido y aportado, porque, por el contrario, me ofreció personajes tópicos de vulnerabilidad, debilidad, inacción y pasividad. Como directora he querido aportar también una imagen de la mujer mucho más real, de las que me rodean, a quienes nunca he visto en la pantalla: mujeres de acción, con dudas, contradicciones, conflictos, que luchan y callan, pero que cantan y hablan. Afortunadamente estamos en un momento de cambio, pero cuando estudié cine ellas no estaban ni en las películas ni en los libros: he sentido siempre la pulsión de querer aportar una representación de la mujer más justa y diversa, algo que hago de manera intelectual pero también visceralmente, pues me sale hacerlo así.

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