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CANNES 2023 Un Certain Regard

Thomas Cailley • Director de El reino animal

"Me gusta disfrutar de mezclar géneros en una historia que está al nivel de sus personajes"

por 

- CANNES 2023: El cineasta francés habla de su segundo largometraje, una película arriesgada y lograda, apasionante e inteligente, sobre humanos que mutan en animales

Thomas Cailley  • Director de El reino animal
(© Ivan Mathié/Nord-Ouest Films/Studiocanal/France 2 Cinéma/Artémis Productions)

Thomas Cailley, que ya se dio a conocer en la Quincena de los Cineastas de 2014 con Les Combattants [+lee también:
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, regresa de forma sensacional a la Croisette con su segundo largometraje, El reino animal [+lee también:
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, una gran obra cinematográfica con la que se ha inaugurado la sección Un Certain Regard de la 76ª edición del Festival de Cannes.

Cineuropa: ¿Qué es lo que te atrajo del guion de Pauline Munier, que posteriormente reescribiste con ella?
Thomas Cailley:
Se trata de algo que descubrí por pura casualidad cuando fui parte de un jurado en La Fémis, mi antigua escuela. Algunos de los personajes tenían rasgos propios de los animales. Tanto la historia como los temas eran completamente diferentes, pero descubrí que una metáfora tan simple como esta daba la oportunidad de llegar a conceptos fundamentales, y todo ello entraba dentro de lo que yo quería hacer. Era algo que me permitía hablar del cuerpo, de los cambios, de la transmisión, del mundo que queremos dejar a nuestros hijos y, en un sentido más amplio, de ese sentimiento de pertenencia e incluso de ascendencia común con todo lo que tiene vida a nuestro alrededor. Sin entrar en un discurso ecológico con teoría de por medio, tenía la impresión de que podíamos transmitir ese mensaje desde el cuerpo de los actores, desde algo físico y visceral que incluyera una dimensión de acción y aventura, algo en lo que se pudieran mezclar géneros en una historia al nivel de sus personajes: todo eso es lo que disfruto haciendo.

Los protagonistas de la película son claramente el padre y su hijo. ¿Cómo abordaste el desarrollo de su relación?
Al principio de la película, François (Romain Duris), el padre, es una persona con mucha confianza, segura de sí misma y del mundo en el que vive. Se dispone a llevar consigo a su hijo Émile (Paul Kircher) a un viaje cuyo fin es dar con Lana, su madre, en el que poco a poco irá perdiendo esa confianza y se cuestionará a sí mismo. Al mismo tiempo que el padre se enfrenta a dudas y obstáculos, el hijo

irá encontrando el camino hacia la emancipación en un mundo disfuncional. Se trata de un viaje transversal en el que el equilibrio de poder se invierte y se pasa de una relación en la que François imponía a su hijo su visión del mundo a una relación de ayuda mutua, de compartir y escuchar. Su relación constituye el músculo narrativo de la película y traté de desplegarlo para estirar la historia, cuyo centro neurálgico es sobre todo emocional.

¿En qué te inspiraste para crear esa inmersión en la naturaleza que caracteriza la película?
La naturaleza desempeña un papel central y de especial relevancia en la película. Siempre empiezo con una fase de búsqueda de localizaciones, mucho antes de empezar a escribir, con el fin de crear mi propio mapa físico repleto de lugares, espacios, limitaciones, luces y atmósferas. Sabía que el suroeste de Francia sería el lugar donde encontraría aquello que tenía en mente para la película y que resultaría consustancial con el tema. Aunque pueda parecer que las Landas de Gascuña son el producto de la transformación efectuada por el hombre —y no es del todo mentira, sobre todo en cuanto a la plantación de pinos y el cultivo de maíz—, también hay lugares que constituyen verdaderos oasis primitivos, a menudo en forma de lagunas que concentran una enorme biodiversidad. Estos lugares son muy poco conocidos, y en solo unos pocos cientos de metros pasas de un bosque silencioso a un lugar rebosante de vida, muy enmarañado, prácticamente una jungla con una vegetación muy densa y un enorme número de especies. Se trata de un escenario que realmente refleja el viaje de los personajes y de la película, que se desarrolla como un mundo revitalizado.

Sobre el papel, las mutaciones fueron una apuesta arriesgada.
Contábamos con un guion en el que se detallaban las transformaciones y las etapas de mutación. Dos años antes del rodaje, empecé a trabajar con el guionista de cómics suizo Frédérik Peeters para elaborar un bestiario completo: mamíferos, aves, artrópodos, buscamos por todas partes. Sobre esta base, afinamos con diseñadores de personajes especializados en morfología humana, que se hicieron servir de fotos detalladas de los actores. Sin embargo, durante todo el proceso, existía cierto riesgo de que no funcionara, de que resultara grotesco, pero creo que es en la frontera de este riesgo donde ocurre algo curioso.

Tanto el tema de la película como los cambios y la libertad para vivirlos pueden interpretarse de formas muy diversas.
Los personajes experimentan estos cambios en sus cuerpos y se preguntan si podrán seguir ocupando el mismo lugar en la sociedad. Es una metáfora universal que puede evocar tanto la cuestión de los trastornos mentales como la de los emigrantes. Se trata simplemente de la cuestión de la norma, de cómo intentamos vivir juntos y crear una sociedad con la mayor diversidad posible.

(Traducción del francés)

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