Katell Quillévéré • Directora de Le Temps d’aimer
"Quería romper los códigos estéticos del melodrama"
por Fabien Lemercier
- CANNES 2023: La directora explica su acercamiento a una historia de época que se extiende durante 20 años en la Francia de la posguerra, sobre un romance atípico
Nos hemos sentado a hablar con la directora francesa Katell Quillévéré sobre su nueva película, Le Temps d’aimer [+lee también:
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entrevista: Katell Quillévéré
ficha de la película], presentada en la sección Cannes Première de la 76ª edición del Festival de Cannes.
Cineuropa: Le Temps d’aimer es un melodrama, un género que te apasiona. ¿Por qué? ¿Y por qué has decidido que esta vez la historia gire en torno al complejo amor de Madeleine y François?
Katell Quillévéré: La verdad es que hay un punto de partida biográfico. Mi propia abuela tuvo una aventura con un soldado alemán durante la ocupación de Francia, se quedó embarazada y acabó siendo madre soltera. Conoció a mi abuelo cuatro años después en una playa de Bretaña, como en la película. Él era de un estrato social más alto y mantuvieron el secreto de esa paternidad durante toda su vida. Por tanto, esta historia que tanto tiempo me ha acompañado constituyó una gran fuente de inspiración, aunque más allá de ese punto de partida, el resto de la película es totalmente ficticio y no tiene nada que ver con mi historia familiar. Ideamos y escribimos esta historia junto con Gilles Taurand, y resultó que el melodrama es un género que nos encanta a ambos. Me apasionan las películas de Douglas Sirk, James L. Brooks y Todd Haynes. Me fascina también el cine romántico, un género poco explotado en el cine francés que ya empecé a explorar con Suzanne [+lee también:
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ficha de la película]. El melodrama me conmueve porque es un género que establece un vínculo muy fuerte con la emoción, y eso es lo que busco en el cine.
Se trata de una película de época. ¿Qué limitaciones supuso este hecho? ¿Cómo te las arreglaste para trascender el período?
Nos hallamos en el registro de una película de autor, una película íntima con temas exigentes que, al mismo tiempo, resulta amplia y ambiciosa, y por tanto requiere financiación. El presupuesto era de unos 7 millones de euros, que es mucho para una película de autor, pero muy poco para una película de época que se extiende durante más de 20 años. Así que se planteó el siguiente desafío: ¿cómo podía hacer para no tener que renunciar a mis ambiciones con este presupuesto, y que la película fuera lo más romántica y bella posible a pesar de esta limitación? Esta fue la gran reflexión que caracterizó la realización de la película, y una de las formas que me permitieron salir del paso consistió en romper los códigos estéticos del melodrama, que es un género que suele requerir un presupuesto enorme por la gran cantidad de maquinaria a la que va asociado, los movimientos sofisticados, el uso del estudio para la reconstrucción, etc.
Una vez realizada esta enorme cantidad de trabajo, el reto consistía en que pudiera creer en todo momento que nos encontrábamos en la actualidad cuando rodaba, para que los temas de la película, que constituyen problemas sumamente modernos, también se dejaran entrever. Es una película que aborda cuestiones sobre la pareja, la familia y la sociedad que deben resonar hoy en día. Su modernidad también reside en las escenas de sexo, que desempeñan un papel muy importante y constituyen a la vez una forma de alejarse del clasicismo.
El personaje de Madeleine es muy ambivalente, como raramente lo son los personajes femeninos en el cine, lo cual es atrevido.
Fue un reto desde la fase de elaboración del guion, ya que, desde que se empezó a financiar la película, a la gente le molestaba mucho la dureza de esta mujer. Defendí mi punto de vista en todo momento: no hay ni un beso en toda la película, y el contacto físico entre Madeleine y su hijo es inexistente. Quise hacer esto porque sabía que cuanto más se contuviera este amor, más cargado de emoción sería el final de la película cuando este amor saliera a la luz. Sin embargo, también era conocedora de que había una apuesta de empatía con el espectador que no debía perderse, porque tenemos que seguir queriendo acompañar a Madeleine, aunque nos provoque sentimientos ambivalentes. La película cuenta cómo te pueden impedir amar a tu hijo porque te hace sentir vergüenza. Pero lo que también me fascinó fue la modernidad de Madeleine, su impulso vital.
A través de esta pareja, evocas el peso de las convenciones sociales, la falta de libertad individual y de posibilidades de ser quien quieras ser y de amar a quien quieras amar.
Esta pareja tan atípica nos lleva a preguntas de gran actualidad. ¿Qué es en realidad una pareja? ¿Y qué significa ser homosexual, porque tendemos a decir que solo hace referencia al amor entre hombres, pero no es el espectro de la socialidad mucho más amplio? François es un hombre homosexual que también puede amar a las mujeres, pero probablemente su lugar de disfrute más auténtico resida en el amor hacia otros hombres. La película también explora la sexualidad y la paternidad: se puede ser mujer y echar de menos el instinto maternal, se puede ser un gran padre sin ser el padre biológico, la orientación sexual no tiene nada que ver con la educación.
(Traducción del francés)
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