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BRIFF 2023

Pascale Bourgaux • Directora de Hawar, Our Banished Children

"En tiempos de guerra, el cuerpo de la mujer es un campo de batalla"

por 

- Hemos hablado con la periodista y cineasta belga para hablar sobre su impactante documental, centrado en una mujer superviviente de dos ataques, uno de los yihadistas y otro de propia comunidad

Pascale Bourgaux  • Directora de Hawar, Our Banished Children

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, Pascale Bourgaux cuenta la historia de Ana, una mujer que consiguió escapar dos veces de las garras de los yihadistas y su comunidad. A través de Ana, la directora no solo arroja luz sobre el destino de todas las mujeres yazidíes secuestradas por Daesh, sino también sobre el destierro de sus hijos "prohibidos". La película ha sido proyectada en la competición nacional del BRIFF.

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Cineuropa: ¿Qué te motivó a llevar a cabo este proyecto?
Pascale Bourgaux:
La película vio la luz por primera vez en 2014. Fui a Irak en la época en que Daesh estaba invadiendo el país. Enseguida nos dimos cuenta de que muchas mujeres habían sido secuestradas, mantenidas cautivas y violadas, por lo que decidí hacer un reportaje de 26 minutos sobre el tema para el programa Envoyé Spécial. Después de aquello, caí en la cuenta de que, si miles de mujeres habían sido violadas cada día, tenían que haber nacido niños a consecuencia de ello. Tardé mucho tiempo en comprender lo que había ocurrido. ¿Dónde estaban todos esos niños, por qué no había ni rastro de ellos? En los orfanatos con los que contactamos se negaron a decirnos si los niños que tenían habían sido producto de estas situaciones —se dedicaban a organizar adopciones ilegales—. Ni siquiera la comunidad yazidí reconocía su existencia. Me reuní con líderes religiosos, y todos acababan quitándose el micrófono y marchándose en cuanto me enfrentaba directamente a ellos. Durante años, traté de encontrar a estos niños, de comprender el mecanismo que se llevó a cabo para hacer que fueran invisibles, un mecanismo del que también fueron víctimas todas aquellas madres yazidíes. Y luego tuve la suerte de contar con la ayuda de Mohammad Shaikhow, mi coguionista, un joven director kurdo que está muy familiarizado con la comunidad yazidí, lo cual me ayudó a acelerar todo el proceso. Luego tuvimos que ganarnos la confianza a Ana —cuyo verdadero nombre no es ese, evidentemente—. Consiguió encontrar a su hija, la cual había sido mantenida alejada de ella durante mucho tiempo, y su familia ni siquiera sabe que ha vuelto a ponerse en contacto con la niña y ha conseguido sacarla del orfanato. Por supuesto, su comunidad tampoco lo sabe.

Como en muchos otros conflictos, comprobamos cómo el cuerpo de la mujer se convierte al mismo tiempo en un botín de guerra y un arma política.
Totalmente. Es un doble castigo para ellas. Las mujeres se convierten en víctimas de secuestros y violaciones. Luego, cuando vuelven a casa, con su comunidad y su familia, que deberían constituir el hogar donde sentirse de nuevo aceptadas y queridas, un lugar donde recomponerse y hallar resiliencia, son castigadas por haberse quedado embarazadas a causa de las repetidas violaciones. En tiempos de guerra, el cuerpo de la mujer no es solo el campo de batalla preferido de los combatientes, sino que —por desgracia— también lo acaba siendo de sus propias familias.

Oímos el testimonio de Ana, pero en ningún momento se muestra su rostro. ¿Cómo se os ocurrió el viaje en el que os embarcasteis con ella?
Llevo 8 años investigando todos estos sucesos, y Ana es la única mujer que se ha atrevido a dar testimonio de la situación, pero tenía que ser de forma anónima, claro está. Así que tuvimos que encontrar una forma de compensar el hecho de no poder mostrar su rostro. A mi coguionista Mohammad se le ocurrió la idea de hacer un viaje con ella, uno que en última instancia le permitiera volver a ver a su hija. Creo que Ana es muy consciente del hecho de que es la primera en hablar, en romper un tabú. Lo hace por todas esas otras mujeres yazidíes, todas esas supervivientes que tuvieron que abandonar a sus hijos y lloran en silencio.

¿Cuál fue el mayor reto para ti?
Hubo múltiples retos. Para empezar, mis amigos sobre el terreno en el Kurdistán me decían una y otra vez que estaba loca, que estaba buscando a niños que no existían. Creían que nadie me llegaría a hablar nunca de algo así, que era tabú, demasiado peligroso. Sin embargo, perseveramos y conseguimos encontramos a Ana. Lo complicado después fue convencer a los socios para que financiaran la película. Llamé a la puerta de todas las productoras de París, donde vivo. Nadie creyó en el proyecto, decían que el tema era demasiado especializado. Así que volví a Bélgica y acudí a Isabelle Truc —mi socia de producción de toda la vida—, de Iota Production, que aceptó mi propuesta sin pensárselo dos veces.

(Traducción del francés)

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