Marco Righi • Director de Il vento soffia dove vuole
"Me interesaba la dimensión de la fe en la experiencia terrenal del hombre"
- El director italiano habla sobre la creación de su segundo largometraje, una odisea religiosa y espiritual
Hemos aprovechado la ocasión para sentarnos a hablar con el director de Reggio Emilia, Marco Righi, cuyo segundo largometraje, Il vento soffia dove vuole [+lee también:
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ficha de la película], ha sido presentado en competición en una edición del Festival de Karlovy Vary en la que el único director italiano es él.
Cineuropa: Empecemos por los orígenes. ¿Cómo y cuándo decidiste contar esta historia y qué te hizo pensar que este era el mejor momento para contarla?
Marco Righi: A decir verdad, la idea de esta historia no surgió como un relámpago de camino a Damasco. En comparación con mi película anterior, I giorni della vendemmia, la idea en torno a la que creé esta historia fue el producto de [parte de] un proceso bastante lento que reúne diversos elementos. Hubo una noticia local —soy de Reggio Emilia— que seguí hace unos años y me impactó bastante, pero no hablaré demasiado de ella para no desvelar nada. También me encontraba en plena investigación sobre el cristianismo antiguo. Me llamaba la atención la dimensión de la fe en la experiencia terrenal del hombre. En cierto modo, es algo que puede tener que ver con mi pasado, porque recuerdo que, en torno a los 18-20 años, tuve mi primer contacto con la espiritualidad, y sin duda este hecho desempeña un papel en mi historia.
Fue entonces cuando me topé con un ensayo de Paul Schrader, El estilo trascendental en el cine. Creo que se trataba de su tesis de licenciatura de 1972 en la UCLA [N. del E. Righi no falló con la fecha]. Este ensayo se centra principalmente en tres autores, uno de los cuales es Robert Bresson, y fue un trabajo bastante revelador, sobre todo en cuanto a la estructura narrativa que intenté adaptar a la película. El largometraje se divide idealmente en vida cotidiana, desdoblamiento y estasis, casi tres "actos", tres momentos que Schrader describió con minuciosidad. [...] El hecho de que [la historia] sea "moderna" fue una elección motivada por razones prácticas. No existía ninguna razón real para escenificarla en una época pasada, porque está ambientada en un pueblecito de los Apeninos y yo quería conferir a la historia una dimensión atemporal: es contemporánea, pero también está, en cierto modo, desligada de la modernidad.
¿Qué te llevó a escoger a Jacopo Olmo Antinori y Fiorenzo Mattu para el reparto?
Para el papel del protagonista, tenía en mente a una persona que fuera como Jacopo física y estéticamente, es decir, muy "imperfecta", y que representara mejor ese aspecto que he descrito antes, es decir, el lugar remoto de la región. No quería centrarme demasiado en los rostros "guapos". Fiorenzo también tiene un rostro llamativo e interesante. Giovanni Columbu [N. del E. director de Su Re [+lee también:
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ficha de la película], la anterior película en la que Mattu formó parte del reparto] fue el primero en darse cuenta, y le reconozco el mérito. [...] En mi película, trato de darle más importancia a la introspección de los personajes.
El diálogo y la atmósfera de la película parecen oscilar continuamente entre lo cotidiano y una dimensión mucho más filosófica y espiritual. ¿Qué hiciste para conseguir este equilibrio?
Traté de llevar a cabo una investigación exhaustiva para poder plasmarla en la película, así que vi numerosas películas relacionadas con el cine espiritualista, por así decirlo, [el cine] de lo trascendente, tratando de leer en todo momento tanto a teólogos como a teóricos del cine... La cita inicial, por ejemplo, es de Amédée Ayfre, un abad francés que también era teórico del cine. Conocía a André Bazin y también escribió un ensayo, titulado Problemi estetici del cinema religioso. Fui todavía más allá con este elemento, intentando escribir diálogos que tuvieran una dimensión a veces provocativa, pero que no expiraran [en la banalidad – N. del E.]. Intenté trabajar por sustracción [...] El montaje también dio lugar a algunas correcciones, de manera que contribuyó a elaborar un conjunto coherente.
En una entrevista publicada en la edición italiana de The Hollywood Reporter, el productor Emanuele Caruso reveló que la película prácticamente no tiene presupuesto, ya que costó algo menos de 200.000 euros. ¿Cómo fue trabajar en un proyecto tan complejo con tan pocos recursos?
Hemos llegado a Karlovy Vary porque el director Karel Och se enamoró de la película. Nos escribió un correo electrónico diciendo que le gustaba mucho nuestra historia, su puesta en escena y su discurso sobre la "pobreza", sin considerarlo un valor negativo. Luego nos invitó a presentar la película en competición. [...] Me llevó 18 días rodar el largometraje, mientras que en el primero tardé 14. A veces bromeo diciendo que espero tardar al menos cuatro semanas en hacer el tercero [risas]. [18 días] no son muchos; fue duro, pero tanto el COVID-19 como el tiempo se portaron bastante bien con nosotros. Eso sí, nos vinimos arriba con la carga de trabajo: el presupuesto tan bajo hizo que hubiera gente que desempeñaba las funciones propias de un departamento entero.
(Traducción del italiano)
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