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TORONTO 2023 Discovery

Sara Summa • Directora de Arthur & Diana

"Siempre empiezo un proyecto con una imagen que se imprime en mi mente"

por 

- En su segundo largometraje, la directora francoitaliana firma una historia sobre un hermano y una hermana con varias capas y ciertos elementos autobiográficos

Sara Summa • Directora de Arthur & Diana
(© Petra Stankova)

La directora francoitaliana Sara Summa ha presentado su segundo largometraje, Arthur & Diana [+lee también:
crítica
entrevista: Sara Summa
ficha de la película
]
, realizado en la escuela de cine DFFB, en la sección Discovery del Festival de Toronto. Hemos hablado con ella sobre los elementos autobiográficos de su road movie, su enfoque estético y el debut en la interpretación de su hijo de dos años.

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Cineuropa: Empecemos por uno de los personajes principales de la película. ¿Puedes hablarnos del coche?
Sara Summa:
Efectivamente, es uno de los protagonistas. El coche significa muchas cosas: encarna el núcleo de la película en el sentido de que conecta el pasado, el futuro y el presente. Es una especie de reliquia del pasado que pertenece a la infancia, como un juguete con el que juegan los dos adultos. Evidentemente, también es un coche, algo que sirve para avanzar hacia el futuro. A lo largo de la película descubrimos que es el coche del padre de los protagonistas. Por lo tanto, para ellos no es solo un objeto. Sabíamos lo importante que era este personaje, y no fue fácil encontrar el coche adecuado, que además fuera capaz de llevarnos en este viaje por carretera.

¿Por qué escogiste el formato de una road movie para contar la historia?
Por la noción de movimiento y el hecho de avanzar. Yo trabajo de una forma muy visual, y siempre empiezo un proyecto con una imagen que se imprime en mi mente. Luego examino esa imagen y trato de entender qué hay detrás, qué hay a su alrededor, por qué esa imagen se ha quedado grabada en mi mente, y cómo puede convertirse en una película. En este caso, no había ningún coche en esa imagen inicial, pero sí estos dos personajes: mi hermano y yo. No éramos nosotros personalmente, sino un concepto más amplio. Y también había movimiento. Era una imagen casi borrosa y tenía algo muy dinámico. De algún modo, eso inspiró el movimiento y, por supuesto, un viaje por carretera encajaba perfectamente.

Hablando de cosas impuestas, ¿el tema de la familia es una de ellas?
Sin duda. Siempre me ha interesado observar las relaciones personales, y los vínculos familiares forman parte de esas conexiones que me fascinan. Las dinámicas familiares, así como las románticas, la amistad y todo lo que une o separa a las personas, es algo que me interesa mucho explorar. Tiene mucho peso en la vida, es una parte fundamental, y por eso me gusta abordarlo en mis películas.

De esta forma, la decisión de centrarnos en las dinámicas familiares se convirtió en algo obvio, ya que teníamos este dúo formado por mi hermano y yo, al que pronto se sumó mi hijo, que obviamente iba a jugar un papel muy importante en este proyecto, porque también estaba ocurriendo en mi vida en ese momento. Cuando tienes un hijo tan pequeño, es difícil ignorarlo, especialmente como cineasta. La película tiene mucho que ver con la infancia, así que el personaje del niño tenía mucho sentido, y también encajaba con el tipo de estética que estábamos desarrollando para la película, que tenía algo muy espontáneo.

¿Puedes hablarnos un poco más sobre tu idea para la estética de la película?
Buscábamos un aspecto pseudodocumental, pero en realidad todo estaba cuidadosamente preparado. Por supuesto, dentro de este marco, hay mucha espontaneidad, sobre todo en lo que se refiere a mi hijo Lupo. Aun así, había un guion muy preciso, y empezamos a rodar basándonos en ese guion. Queríamos tener cierta libertad a la hora de rodar, así que no queríamos cargar con un equipo técnico muy pesado. Necesitábamos cierta movilidad en la carretera, por lo que llevamos un equipo reducido y generamos un entorno familiar para que el niño se sintiera cómodo con la situación. El director de fotografía propuso desde el principio que debíamos experimentar con cámaras de vídeo de los años 90. Mezclamos estos aparatos con una cámara de cine y rodamos en 16 mm. Fue complicado rodar todo en celuloide con un niño de dos años a cuestas y dentro de los parámetros y el presupuesto tan limitados que teníamos. Posteriormente, imprimimos toda la película en 16 mm, así que fue un proceso técnico muy complicado. Fundamentalmente, queríamos tener esa libertad mientras rodábamos, y estas cámaras de vídeo permitían ese tipo de autonomía. Además, recuerdan a las películas caseras, con ese aspecto tan reconocible que nos trae a la memoria nuestra propia infancia.

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(Traducción del inglés)

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