Jawad Rhalib • Director de Amal
"He decidido tratar este tema a través de la ficción porque era muy complicado hacerlo con un documental"
por Aurore Engelen
- Entrevistamos al director belgomarroquí, que nos adentra con su nueva película en el corazón del polvorín educativo que representa una escuela de Bruselas

La filmografía de Jawad Rhalib está a caballo entre la ficción y el documental, y siempre gira en torno a temas con mucha fuerza —desde un punto de vista políticamente comprometido—. Amal [+lee también:
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ficha de la película], que ha sido presentada en estreno mundial en el Film Fest Gent y se proyectará próximamente en la competición oficial del Festival Black Nights de Tallin, se mantiene en esta misma línea, ya que pone en tela de juicio la libertad de expresión de los profesores y, por tanto —en cierta medida—, cuestiona también la del alumnado.
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ficha de la película], que trataba sobre la relación entre el arte y la cultura árabe, se proyectó en numerosos colegios. No tardamos en darnos cuenta de que existía un peligro real en relación con el punto de vista que defendían algunos jóvenes en las escuelas del norte de Bruselas. Parece que se trate de una minoría de alumnos, pero eso es porque la mayoría permanece en silencio. Hablé con muchos profesores y directores de escuela, que admitieron —de puertas adentro— que se trataba de una situación catastrófica y que no había nadie que se atreviera a hablar del tema. Fue entonces cuando nació la idea de tratar esta cuestión a través de la ficción, una idea que se vio reforzada durante el período de escritura, a la luz del asesinato de Samuel Paty, que desgraciadamente no me sorprendió. Creo que este tipo de gestos eran de esperar, en particular por parte de los políticos, que hacen la vista gorda ante la situación. Para no perder votantes, algunos prefieren meter el polvo debajo de la alfombra, en un acto de verdadera hipocresía. Tuve la sensación de que los profesores se sentían abandonados y tenían miedo de hablar. Por todo esto, decidí abordar este tema a través de la ficción, porque era muy complicado hacerlo con un documental. No hay libertad para hablar.
¿Cómo hiciste para darle forma a esta cuestión?
Desde el principio del proceso de escritura, tenía claro que sería Lubna Azabal quien interpretara a Amal, la profesora que defiende la libertad de expresión. La involucré desde el principio, de manera que trabajamos juntos durante casi dos años caracterizados por los intercambios de ideas y las constantes conversaciones. Este personaje simboliza exactamente lo que quiero decir, lo que quiero gritar a los cuatro vientos. No podía ser una simple herramienta a mi servicio, tenía que ser convincente. Lubna se ha visto en numerosas situaciones similares como consecuencia, sobre todo, de defender sus películas ante los jóvenes.
Para el papel del profesor de religión, tenía la intención de dejar de lado el cliché del profesor norteafricano con barba y chilaba para mostrar a un profesor con traje y corbata que desprendiera radicalismo. Teníamos que reflejar la realidad de la manera más precisa posible, sobre todo porque hubo gente que me acusó de islamofobia —algo que me dolió mucho— cuando estrené Au temps où les Arabes dansaient, por ejemplo. Esa fue la razón por la que era tan importante para mí que todos los actores se implicaran, que nos acercáramos todo lo que pudiéramos a la realidad.
Está claro que la columna vertebral de la historia es la escuela, pero también hay algunas incursiones en la vida privada de unos cuantos personajes.
Quería mostrar las diversas caras de los musulmanes. Mi madre y mi hermana son creyentes y practicantes. No es el islam lo que denuncio, sino una interpretación del islam que, sobre todo, resulta de lo más perjudicial para los musulmanes. El islam de Amal y del padre de Mounia se rige ni más ni menos que por la mente abierta.
Dentro de la propia escuela, predominan los observadores que permanecen mudos y no toman partido.
Eso es lo que realmente ocurre en las escuelas. La gente prefiere no hablar. Un profesor de religión de Bruselas quería hablar de la homosexualidad en clase y fue despedido por la escuela por querer hablar de un tema que podría herir ciertas sensibilidades. Ni siquiera dejamos que la ley haga su trabajo. Es una mezcla de hipocresía y miedo.
Estos adolescentes se encuentran en un momento de su vida en el que son muy maleables.
He tenido la suerte de vivir en el cine proyecciones en las que alumnos que callaban en clase venían a darme discretamente las gracias por haberles abierto los ojos. A veces, basta con accionar un interruptor. No debemos dejarnos llevar por el miedo a abordar cualquier tipo de tema. El temor a molestar a los adolescentes los deja a merced de manipuladores fundamentalistas. Y el problema es que los jóvenes también se remiten a textos peligrosos en Internet, recurren a información que debemos deconstruir para darles una alternativa.
¿Por qué era tan importante para ti hacer una película radical?
Porque soy pesimista. Creo que la desradicalización de la juventud es un proceso muy complejo que puede desarrollarse muy lentamente. Debemos hacer sonar la alarma sobre la situación, y creo en el poder de la ficción para alertar a la gente. Pienso que la noción de convivencia actual es utópica. No hay más que ver lo que está ocurriendo en los suburbios. La situación es muy preocupante.
(Traducción del francés)
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