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HOT DOCS 2024

Paula Iglesias y Marta Gómez • Directoras de Flying Hands

“Para encarar cualquier proyecto necesitamos encontrar fuerte conexión personal con él”

por 

- Las cineastas españolas muestran la labor de una mujer capaz de luchar contra las trabas sociales y evitar así la discriminación que sufren las personas sordas en su Pakistán natal

Paula Iglesias y Marta Gómez • Directoras de Flying Hands
Las directoras Marta Gómez (izquierda) y Paula Iglesias

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entrevista: Paula Iglesias y Marta Gómez
ficha de la película
]
es el título del documental que han rodado en Pakistán las cineastas españolas Paula Iglesias y Marta Gómez (ambas firmaron previamente Norte salvaje y el cortometraje En ruinas), una historia de supervivencia femenina en lucha contra las discriminaciones que sufren las personas con diversidad en aquel país, que se ha estrenado en el 31.º festival canadiense Hot Docs.

Cineuropa: Supongo que filmar en Pakistán habrá sido una aventura…
Marta Gómez:
Sí, porque en el documental siempre surgen sorpresas e imprevistos que tienes que sortear, así que tuvimos que planificar bien para que todo saliese lo mejor posible durante el mes que íbamos a estar rodando allí. Se hizo la preproducción antes en España y se localizó mucho a distancia, pero cuando llegas a ese país te encuentras cosas que ves por primera vez, personas con las que hablas cara a cara… así que fue un mes de rodaje intenso.

Encontrarse aquella realidad in situ… ¿os planteó cambios no previstos en el documental?
Paula Iglesias: Tuvimos diferentes encuentros previos con la protagonista, Aniqa Bano, a través de videollamadas, donde la íbamos conociendo a ella y su historia. A partir de generar esa confianza nos compartió los diarios que había escrito, donde se veían reflejados los momentos cruciales en su vida: con eso escribimos unas primeras ideas de guion. Nosotras solemos trabajar proponiendo secuencias “ficcionadas” a la protagonista y luego comprobamos hasta qué punto se ve reflejada en esa propuesta e intercambiamos ideas. Llegamos así a Pakistán, pero íbamos a ver qué pasa ahora allí con una persona sorda o si se sigue enfrentando a los mismos problemas a los que se enfrentó Aniqa anteriormente, lo cual era completamente imprevisible para nosotras.

Me ha sorprendido mucho en Flying Hands tanto su belleza visual como el tratamiento del sonido, para que el espectador sienta como oye una persona sorda.
M.G.: El cariño, trabajo y amor que hay detrás del diseño sonoro es evidente. Durante el proceso de desarrollo del proyecto surgió una frase que acuñamos, describiendo a Aniqa como “una mujer que supo escuchar el silencio”. Eso lo hemos tenido muy presente siempre, porque, ¿cómo suena el silencio? Queríamos que no sonara raro ni experimental, así que investigamos cómo era el sonido que resuena en un cerebro sordo o qué tipo de interferencias sufre. Puede sorprender la primera vez que escuchas esos sonidos, pero en cuanto pasa el tiempo te olvidas de ello y te centras en lo que sucede: porque no oigan bien, esas personas no dejan de comunicarse o de jugar.

P.I.: El sonidista, que era de Islamabad, fue nuestros oídos en el rodaje, no sólo porque no entendíamos aquel idioma, sino que también nos hacía de traductor cultural. Nos ayudaba a comprender las situaciones, nos daba códigos de conducta y nos explicaba qué pasaba más allá del lenguaje verbal. Y aunque no somos directoras de fotografía, nos atrevimos a coger la cámara.

¿Y fue fácil entrar en el mundo de aquellas personas, en su intimidad?
M.G.:
He hecho memoria y he llegado a la conclusión de que nos estaban esperando: por la inmediatez con la que nos metieron en sus casas, escuela, familia, trabajo… Todas las capas de sus vidas –personales y laborales– nos las abrieron, supongo que por la confianza generada antes de ir. No tuvimos que hacer nada extra ni hubo momentos de tensión o dificultad, pues confiaron en nosotras desde el primer momento. De eso estoy siendo consciente con la distancia. Hemos sido respetuosas y no hemos querido invadir. No hemos empleado el formato entrevistas, hemos usado planos abiertos y no hemos querido ser parte ni protagonistas de las acciones que allí pasaban. Que la cámara no hiciera valoraciones ayudó a que las familias estuvieran tranquilas.

Por último, ¿cómo apeláis a la empatía universal con esta película que muestra una lucha localizada en un país lejano a nosotres?
M.G.:
Más allá de lo que nos separa –cultura e idioma diferentes–, cuando encaramos un proyecto necesitamos encontrar en él una conexión personal importante. En Flying Hands hablamos de personas con diversidades funcionales y cómo se plantea su educación, eso es algo universal. Porque… ¿qué pasa con la integración de estas personas en todo el mundo? Éste es un examen que aún no hemos aprobado. Si hemos sido capaces de mostrar que una niña, independientemente de la diversidad con la que nazca, tiene los mismos derechos a vivir una vida igual de digna que otra cualquiera, ¡eso es un triunfo!

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