Alessandro Pugno • Director de Animal/Humano
"Quería capturar el lado trágico de los dos personajes, predestinados a conocerse, que llegan a la plaza y se convierten en engranajes de este teatro"
por Vittoria Scarpa
- Entrevistamos al director sobre su película rodada en Italia y España, que explora la tauromaquia y la empatía entre humanos y animales

Originario de Piamonte y afincado en Madrid desde hace años, Alessandro Pugno está recorriendo el mundo con su ópera prima de ficción, Animale/Umano [+lee también:
tráiler
entrevista: Alessandro Pugno
ficha de la película], que sigue a un niño italiano que sueña con ser torero y a un ternero que nace en Andalucía, destinados a encontrarse en la plaza de toros. Tras estrenarse en Mar de Plata y proyectarse posteriormente en Sevilla, Moscú y Pekín, la película ha sido seleccionada en la 42.ª edición del Festival de Cine de Bellaria, donde hemos hablado con el director.
Cineuropa: ¿Cuál fue tu inspiración inicial para la película?
Alessandro Pugno: Vi una foto en Internet de un torero que parecía arrepentido al enfrentarse al toro, y eso me llevó a preguntarme sobre la empatía entre humanos y animales. La foto resultó ser falsa, había sido retocada, pero me dio la idea para una historia paralela sobre un niño que quiere ser torero y un becerro destinado a convertirse en toro de lidia. Tenía algo de tragedia antigua.
¿Te interesaba el mundo taurino? ¿Estabas familiarizado con el tema?
No, hasta entonces nunca había visto una corrida de toros, así que tuve que investigar. Entrevisté a aspirantes a toreros, la mayoría en escuelas taurinas, a las que también asisten algunos italianos, para entender qué era lo que les llevaba hasta allí. Me di cuenta de que a todos les movía algo espiritual; decían que los toreros son como dioses, bailan con la muerte. También visité una ganadería de toros y me di cuenta de que se podían establecer paralelismos entre sus vidas y las de los humanos: la separación de la madre, la amistad, las peleas, la lucha por la supervivencia, el miedo. Allí me di cuenta de que era posible hacer una película.
La familia del protagonista tiene un negocio de pompas fúnebres; su infancia está en estrecho contacto con la muerte. “Quiero ser torero porque así es como quiero morir”, dice. ¿Por qué torero?
Viví algo parecido en mi propia infancia, sobre todo a la hora de reflexionar sobre los objetos físicos que intervienen en los ritos funerarios, que casi trivializan la muerte y la convierten en algo frío y sin sentido. En cambio, la muerte que se ve en la televisión, en las plazas, es significativa y espectacular. Por un lado, hay formularios que rellenar, ataúdes que forrar… Por otro está la luz brillante del ruedo en Sevilla. También quería vincular el toreo a la muerte desde el principio: cuando lees biografías de toreros, te das cuenta de que la muerte es algo que siempre han vivido en la infancia y la adolescencia, que les ha convertido en lo que son.
¿Cómo elegiste el formato y el aspecto visual de la película?
Elegí rodar en 4:3 porque quería centrarme en los protagonistas; utilizar el 16:9 podría haber desviado el foco hacia los paisajes de Cádiz y Sevilla. El 4:3 te obliga a componer, tienes que elegir qué incluir en el encuadre. También quería ser un poco abstracto y crear una especie de cuento de hadas, en cierto sentido. En muchas películas recientes, a menudo se sigue al protagonista con la cámara en mano, pero yo quería crear la idea de una visión. En cuanto a los colores, busqué tonos pastel claros. Mi director de fotografía y yo decidimos utilizar un objetivo gran angular para los primeros planos, para dar mayor plasticidad al rostro del protagonista [interpretado en su adolescencia por el actor angloespañol Guillermo Bedward], con su nariz y sus pómulos pronunciados. Me hace pensar en las pinturas flamencas. La pintura siempre ha sido mi punto de referencia.
La tauromaquia es muy polémica en España. ¿Te preocupaba aventurarte en un tema tan espinoso?
Por un lado, pretendía captar un fenómeno ligado a una filosofía y a unos valores taurinos ancestrales que, por alguna razón, han sobrevivido en un mundo moderno que tiene una sensibilidad totalmente diferente hacia los animales. Quería captar un periodo de cambios trascendentales. Todavía no estamos en un mundo nuevo, pero tampoco en el antiguo. También existe una realidad paradójica: estos ganaderos adoran a sus toros. Al fin y al cabo, son uno de los animales menos explotados: disfrutan de una vida en libertad durante cuatro años, de vez en cuando los humanos los someten a algunas pruebas, hay un proceso de selección… Los quieren, pero su papel es ayudarles a ganar y morir en el ruedo: es una paradoja. No obstante, mi película también trata de la compasión: estos animales no han elegido hacer de “malos”, y uno también se pregunta hasta qué punto los toreros son realmente libres para tomar decisiones sobre su propia vida cuando se han enfrentado a acontecimientos tan dramáticos. Me interesaba captar el lado trágico de los dos personajes, predestinados a conocerse, que llegan a la plaza y se convierten en engranajes de este teatro.
(Traducción del italiano)
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