Nicolas Klotz y Élisabeth Perceval • Directores de Nouveau Monde! (Le monde à nouveau)
"Estamos efectivamente a punto de destruir todo lo viviente, y la responsabilidad del cine es tener esto en cuenta"
por Vittoria Scarpa
- Entrevistamos al dúo de cineastas franceses, que nos hablan sobre su nueva película, sobre el estado del mundo y sobre el esfuerzo que requieren por parte del público

Entre ficción y documentales, Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval han dirigido un total de quince largometrajes a través de los que han desarrollado un cine que cuestiona tanto la forma cinematográfica como las convulsiones del mundo de hoy en día. Su nuevo trabajo, Nouveau Monde! (Le monde à nouveau) [+lee también:
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ficha de la película], ha sido filmado en Ouessant, una isla frente a la costa de Bretaña donde el director francés de vanguardia Jean Epstein rodó su docuficción Finis Terrae en 1928. ¿En qué punto nos encontramos ahora, casi 100 años después? Nos hemos sentado a hablar de ello con el dúo de cineastas en el 42.º Bellaria Film Festival, donde la película, que se estrenó a nivel mundial en el FID Marseille 2023, se ha proyectado como evento especial.
Cineuropa: ¿Por qué Ouessant y por qué Jean Epstein?
Nicolas Klotz: Jean Epstein escribió mucho sobre cine. Hay una editorial que publica sus obras —alrededor de una decena— y, para la séptima, que saldrá pronto, nos pidieron que escribiéramos un prólogo. Epstein se arruinó por culpa de una película titulada The Fall of the House of Usher. Era un cineasta muy reconocido que trabajaba mucho en París, pero perdió mucho dinero y se fue a la isla de Ouessant para volver a empezar en el cine desde cero. Esto ocurrió en la década de 1920. Decidimos que, para escribir ese prólogo, teníamos que ir a Ouessant y hacer una película al mismo tiempo: escribir y filmar, escribir y filmar...
Élisabeth Perceval: Decidimos filmar porque, ante todo, somos cineastas, y Ouessant es una isla que frecuentamos desde hace veinte años. Siempre la hemos recorrido a pie, porque casi no hay coches. Sin embargo, más allá de alguna que otra foto, nunca nos habíamos atrevido a filmarla, porque tenemos una relación muy íntima con ella. Así que partimos a pie durante tres semanas, y luego otras dos semanas para filmarla, para recuperar el recuerdo de lo que había sido nuestro encuentro veinte años antes con esta isla tan particular, esta especie de fin del mundo situada el extremo occidental del continente. Se separó del continente durante la última era glacial y tiene una población muy enigmática. Su naturaleza, que parece algo árida, dialoga de inmediato con nosotros porque es profundamente resistente, como puede serlo el cine. Y Jean Epstein, que fue a retomar el cine desde cero en esta isla, hizo una de las películas más bellas de la historia.
No se trata de Epstein únicamente. En vuestra película hay una rica combinación de materiales, textos, canciones, voces del pasado...
N. K.: Es una película que, a su vez, alberga varias películas. Está la película que se ve y la que se escucha, porque el cine es polifónico, y el sonido es un universo tan importante como la imagen. Comenzamos simplemente filmando, día tras día, y luego empezamos a montar y ensamblar. Le preguntamos a un amigo nuestro, Alain Franco, que es compositor, si le interesaba proponer materiales sonoros a partir de los materiales que habíamos hecho. Los textos fueron llegando poco a poco. Son textos que cuestionan el estado del mundo. Hoy en día, temas como la sexta extinción, el colapso climático o el estado de guerra planetario son tan poderosos que es imposible, incluso en un lugar como este, no oírlos.
E. P.: Efectivamente, nos encontramos al borde de la destrucción de todos los seres vivos, y la responsabilidad del cine no es otra que tener en cuenta este hecho, pero sin caer en la desesperación. Al contrario, se trata de mostrar hasta qué punto hay algo que resiste en esta naturaleza, en estas personas y en estos animales. Asimismo, se trata de intentar ver la inmensa belleza inherente a esta resistencia. Hay sonidos que llegan, palabras, personas que ya no están en este mundo, pero que nos hablan de él, de la magnífica esperanza que tenía en aquella época René Char; están Hannah Arendt, Mahmoud Darwish...
En la película, se escucha una frase: “Hay tantas imágenes por todas partes, más incluso que plástico en los océanos”. ¿Cuál es el papel del cineasta en este contexto?
N. K.: La Nouvelle Vague, y Godard en particular, hizo algo extremadamente importante: llevar la crítica al interior de la imagen. Hoy en día, la crítica ha desaparecido de las imágenes. La idea es mantener siempre una relación crítica con las imágenes: no se puede hacer imágenes solo con dinero y luego usarlas para el consumo. Las imágenes deben hacer pensar, deben incomodar y provocar discusión. Hacer una imagen significa plantearse muchas preguntas, y si se elimina ese aspecto, las imágenes dejan de ser interesantes, de modo que se convierten en un mero sistema de control de nuestra imaginación.
E. P.: Creo que los cineastas no deben tener miedo de exigir cierto esfuerzo al espectador. Lo que no se puede controlar ni prever requiere siempre un esfuerzo, incluso mirar un rostro o recibir una mirada. Hay una cierta duración en un plano, porque hay cosas que simplemente suceden en tu interior. No pretendo maltrataros, espectadores, pero si os incomoda, hablemos de ello.
(Traducción del francés)
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