CANNES 2024 Semana de la Crítica
Antoine Chevrollier • Director de La Pampa
"La única manera que tienen mis personajes de sobrevivir y de vivir es salir de ahí"
por Fabien Lemercier
- CANNES 2024: El cineasta francés habla sobre su primer largometraje, que explora la amistad, el motocross y el determinismo social

Antoine Chevrollier, director al que se le reconoce por la serie El caso Oussekine (creada, escrita y dirigida por él mismo), así como por haber dirigido ocho episodios de Baron Noir y catorce de Oficina de infiltrados [+lee también:
entrevista: Frédéric Lavigne
ficha de la serie], acaba de presentar su primer largometraje, La Pampa [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Antoine Chevrollier
ficha de la película], en la competición oficial de la Semana de la Crítica del 77.º Festival de Cannes.
Cineuropa: Te criaste en Longué, situado en el departamento francés de Maine y Loira, donde se desarrolla la acción de la película. ¿Dirías que se trata de una obra autobiográfica? ¿Qué te impulsó a hacer esta película?
Antoine Chevrollier: Quería explorar la insularidad cultural, social y política en la que viven —y en la que yo mismo viví— las personas en este tipo de territorios. La clase media baja es un grupo social al que no se le da mucha visibilidad, y cuando se hace, rara vez se lleva a cabo sin condescendencia o de una forma directa. Mi objetivo era mirar a este estrato social directamente a los ojos. Todo partió de esta constatación, de la sensación de que esta clase social no había sido observada ni representada de manera justa. Es un mundo rural, por lo que hay una tendencia a centrarse en el aspecto agrícola de las cosas, o en la gente de clase trabajadora de nivel mucho más bajo. A mí me interesaba la clase inmediatamente superior, la clase media de estos pequeños pueblos, donde al salir del núcleo urbano uno se encuentra con esos territorios horizontales que parecen no tener fin, con un horizonte que, al cabo de un rato, puede resultar casi angustiante. Allá donde a menudo mostramos una especie de libertad a través de esa horizontalidad, yo quería personajes que dieran la sensación de estar un poco perdidos en medio de un territorio tan vasto. Si bien la película es autobiográfica en cuanto a las sensaciones (el verano, la piel, el calor, los sonidos), nunca he hecho motocross, y la trayectoria de Jojo y Willy no tiene nada de autobiográfica.
¿Qué te llevó a elegir a dos personajes principales a punto de terminar el instituto, en un momento en que tratan de encontrar tanto su lugar en el mundo como su identidad?
Es una fórmula bastante clásica, una película de paso a la adultez, a través de la que se narra la transición de la infancia a la edad adulta. Se trata de momentos determinantes y permiten desarrollar personajes con una caracterización más fuerte: ¿quiénes son al principio de la película? ¿En qué se convierten? Esta fórmula también te permite abordar cuestiones más existenciales, como las diferentes sensibilidades —tanto sexuales como de otro tipo— que se exacerban en esta etapa de la vida. Esta modalidad proporcionó al largometraje una especie de núcleo central, por encima de la arena de motocross, que me permitió ir un poco más allá con las divagaciones mentales de mis personajes.
¿Qué papel desempeña el motocross?
El circuito de motocross que aparece en la película, llamado La Pampa, estaba a un kilómetro de mi casa, así que conocí este mundo, aunque sin participar activamente, porque es una práctica bastante costosa. El motocross me dio la oportunidad de representar, sin caer en caricaturas, ese mundo un tanto viril y testosterónico. Es el deporte mecánico de la clase media trabajadora, con hijos de carpinteros, fontaneros, etc. Sin profundizar demasiado, me permitió sumergir de inmediato la historia en un entorno masculino y centrarme en sus relaciones, tanto entre hombres como entre hombres y mujeres.
“Lo llevas en la sangre”: el marcador social se presenta como algo indeleble. ¿Es este el verdadero tema de la película?
Se trata de un aspecto fundamental, sin duda. El determinismo social fue un factor clave a la hora de escribir esta historia. Pero también quería romper con las visiones tautológicas que he observado siempre en este tipo de relatos. Como Willy, solemos creer —y la literatura y el cine lo han mostrado mucho— que, para salir de este tipo de lugares, tienes que tener una cierta disposición, sentirte como si estuvieras por encima de ese mundo, tener una perspectiva tan elevada que la salida parezca inevitable. Pero creo que ocurre justo lo contrario. Jojo y Willy se esfuerzan por integrarse en este mundo, por borrar su sensibilidad, pero es este mundo el que no los acepta. La única manera de sobrevivir o vivir para ellos es escapar. No es porque estén por encima del resto, sino porque no logran integrarse.
¿Cuáles eran tus principales intenciones en cuanto al ritmo?
Para mí, las películas son como partituras. De hecho, escribo, ruedo y monto al compás de la música. Quizá sea un poco ingenuo, pero concibo la película como un corazón y sus latidos. Las secuencias de motocross contribuyeron a acelerar o ralentizar el ritmo del largometraje en momentos muy precisos, especialmente en los que giraban en torno a la amistad.
(Traducción del francés)
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