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CANNES 2024 Quincena de los Cineastas

Mahdi Fleifel • Director de To a Land Unknown

"Siempre me ha intrigado lo que significa no tener un lugar al que pertenecer"

por 

- CANNES 2024: El director palestino-danés habla sobre la melancolía del exilio alrededor de dos primos palestinos que se quedan atrapados en Grecia

Mahdi Fleifel • Director de To a Land Unknown

Dos primos palestinos (Mahmood Bakri y Aram Sabbah) huyen a una tierra desconocida en la atípica To a Land Unknown [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Mahdi Fleifel
ficha de la película
]
, la nueva buddy movie de Mahdi Fleifel, que ha sido presentada en la Quincena de los Cineastas de Cannes. Sin embargo, de camino a este desconocido destino, se quedan bloqueados en una Grecia que los lleva al límite... Hasta que se les ocurre un plan.

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Cineuropa: No es común que una película de este género entrañe tanta seriedad. ¿Tuviste claro en todo momento que tu largometraje sería una “buddy movie”? Salta a la vista cómo los protagonistas buscan consuelo el uno en el otro.
Mahdi Fleifel: Me alegro de que menciones este aspecto, porque siempre me ha fascinado este género. Como niño de los años 80, me sé de memoria películas como Límite: 48 horas, Superdetective en Hollywood, Arma letal, Huida a medianoche o Tarde de perros. Durante mis estudios de cine, desarrollé la mayor parte de mi trabajo en torno a ese género, y ahora quería ir más allá. Diría que, ante todo, se trata de una buddy movie, pero también es en parte una historia sobre la amistad y el exilio.

He visto que también se menciona Cowboy de medianoche en la página web de la Quincena de los Cineastas. Dos hombres, dos amigos poco corrientes que se ven de nuevo atrapados en el limbo. ¿Qué es lo que más te atrae de esta dinámica?
A decir verdad, Cowboy de medianoche no tuvo nada que ver con la película hasta la fase de preproducción. Fue una referencia subconsciente, por así decirlo, algo que nunca pretendí. En el guion, se suponía que iban en taxi, pero como no resultaba atractivo desde el punto de vista visual —y no encontrábamos la forma de colocar la cámara fácilmente—, nos decantamos por la opción del autobús. En cuanto a la dinámica de los protagonistas, siempre resulta fascinante poner frente a frente a personajes tan opuestos. Siempre he visto a Chatila y a Reda como dos caras de la misma moneda.

La soledad también forma parte de tu película. Está por todas partes, incluso en los sueños sobre la cafetería en la que “se hablara de las distintas historias del barrio”. La melancolía predomina en tu historia.
Es la melancolía y la nostalgia del exilio. Ya sabes, los exiliados siempre anhelan lo que tienen los “no exiliados”: una patria, un sentimiento de compañerismo, un ejército que les proteja. Al mismo tiempo, el propio exilio es una especie de enfermedad espiritual; es el eterno anhelo de algo inalcanzable. Para estos chicos, tener un lugar propio, aunque solo sea una pequeña cafetería, significa labrarse un pequeño territorio, un trozo de tierra propia en el que también haya hueco para los compatriotas. Este es un lugar para la gente que no tiene ningún lugar al que ir.

Muestras lo que les espera: soledad —como ya hemos hablado—, inquietud, e incluso drogas y prostitución. ¿Hasta dónde estabas dispuesto a llegar?
Todos mis personajes nacen de mi trabajo documental anterior: encuentros con compañeros exiliados, refugiados palestinos que quedaron varados en Grecia… Siempre me ha intrigado lo que significa no tener un lugar al que pertenecer ni un sentido de la identidad, lo que implica sentirse completamente fuera de lugar en el mundo. Hay una pregunta que no puedo dejar de hacerme: ¿qué habría sido de mí si mis padres nunca hubieran salido del campo de refugiados y hubieran tomado la loca y valiente decisión de emigrar a Escandinavia? ¿Dónde estaría yo hoy, cómo viviría mi vida como palestino apátrida? Es algo que siempre me he sentido en la obligación de cuestionarme.

Exacto, has pasado por muchas cosas, y tal vez es precisamente eso lo que te ha impulsado a querer hablar de la gente que no tiene un sentimiento de pertenencia.
Por supuesto. Aunque mis padres nacieron en un campo de refugiados, yo tuve la suerte de nacer en un lugar más privilegiado como Dubái. Ahora soy lo que podría llamarse un “refugiado privilegiado”, porque tengo pasaporte europeo. Puedo viajar por el mundo sin que me paren en los controles ni me rechacen en las fronteras. Aun así, no dejo de sentirme atraído por las historias de errantes, de personas que vagan por la Tierra sin un lugar adonde ir. Ese es realmente el tema recurrente en todas mis películas.

Creo que la tuya es la única película palestina en Cannes este año. Si no te resulta incómodo hablar de ello, ¿podrías decirnos si este aspecto te hace sentir una presión adicional?
Si hacer una película ya es de por sí un milagro, hacer una película palestina —y mostrársela al mundo— es el equivalente a cien milagros juntos. El simple hecho de habernos hecho un hueco en Cannes, el escenario mundial del cine por excelencia, es ya un gran comienzo. Solo espero que esto nos dé la oportunidad de llegar a un público más amplio. En vista de lo que está ocurriendo en Palestina, creo que es todavía más importante dar voz a nuestras historias.

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(Traducción del inglés)

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