Paolo Tizón • Director de Vino la noche
"La vida continúa, como en una película de Abbas Kiarostami”
por Savina Petkova
- Hablamos con el director peruano sobre su primer largometraje, que ofrece una mirada íntima a uno de los entrenamientos militares más difíciles de Latinoamérica
Un grupo de jóvenes empieza su entrenamiento para unirse al ejército en la región en el VRAEM peruano frente a grupos armados y cárteles de la droga y el director debutante Paolo Tizón se une a ellos en los barracones. Durante diez meses, Tizón (armado con una cámara) siguió sus prácticas y sus conversaciones privadas, con Vino la noche [+lee también:
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Cineuropa: Vino la noche empieza sin darnos contexto alguno. ¿Por qué decidiste hacer eso?
Paolo Tizón: Fue una decisión complicada. Al principio, teníamos un borrador del guion que incluía más contexto, pero al final, quisimos que la película fuese una observación de la intimidad en los barracones militares. Hay algo de contexto en algunas partes, pero no es lo principal. Decidimos ponerlo en el fondo de la película, para que sea una invitación a que la gente investigue por su cuenta y tenga sus propias opiniones. Las instituciones tienen diversos papeles en diferentes países, pero la película no es tanto sobre estos, sino sobre el mundo de su interior.
¿Es ese el tipo de cine que te interesa: observacional, íntimo, de historias universales?
Sí. Creo que cada película tiene su propio lenguaje y sus propias necesidades. Así que esta película tenía que hacerse así. Tienes que trabajar para ella, no al revés.
¿Cuáles fueron las condiciones del rodaje en los barracones?
Verdaderamente precarias. Estrenar la película aquí, en un festival tan grande, es impresionante porque la película se hizo de forma muy precaria. Tan precaria como la gente que sale en ella. Empezamos a rodar sin dinero ninguno, solo yo con una cámara de 500 dólares. Después añadimos a un técnico de sonido, creo que éramos cuatro cuando la situación se hizo algo más difícil de rodar, pero el equipo principal estaba formado por dos o tres personas. Básicamente nos mudamos a vivir con los soldados desde que recibimos el permiso de rodaje. Vivimos juntos, así que a veces se olvidaban de la cámara. Pero tuvimos que trabajar para ello.
¿De qué forma?
Al principio, me ofrecían un tipo de actuación consciente, artificial, pero seguía grabándolos después de estas actitudes. También tuvimos un minitaller con ellos, y les enseñé algunas películas de fuera de Hollywood, y Metal y melancolía, un documental peruano de los años 90, rodado con gente normal, por ejemplo taxistas, y los chicos entendieron que la película podía ser sobre ellos, que simplemente pueden ser ellos mismos y que la vida normal también puede ser cautivadora.
Hay un momento en la película en el que se dirigen a ti por tu nombre, pero aparte de eso, tu presencia es prácticamente invisible. ¿Por qué decidiste incluir ese momento?
Mi presencia está de alguna manera en toda la película, porque la rodé yo mismo. No hay voz en off, pero mi punto de vista se expresa en cierto sentido a través de la cámara. Y con ese momento, quise hacer más obvio que hay una persona rodando, que hay una relación ahí, en vez de la ilusión de que el rodaje es impersonal. Tanto el equipo como ellos estábamos al mismo nivel.
El final es diferente en forma y contenido. ¿Cómo llegaste a él?
En realidad fue bastante difícil averiguar cómo acabaría la película. En la postproducción, después de finalizar el montaje, y durante la finalización del sonido, no sabía aún cómo cerrarla. Después tuve la idea: ¡todo pasa en los barracones y no vemos el mundo exterior! Así que deberíamos enseñarlo. Para mí, el final representa cómo las dinámicas de dentro se traducen al mundo exterior, pero con un elemento juguetón. Quería demostrar que la vida continúa, incluso después del duro entrenamiento y de la deshumanización que conlleva. La vida continúa, como en una película de Abbas Kiarostami.
(Traducción del inglés)
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