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LOCARNO 2024 Piazza Grande

César Díaz • Director de Mexico 86

"En el imaginario colectivo, un padre que se va de casa para luchar es un héroe, pero una madre que hace lo mismo es una irresponsable"

por 

- Entrevistamos al director belgoguatemalteco, que vuelve con una película de espías que explora los orígenes de la guerra civil que devastó su país natal durante más de 10 años

César Díaz • Director de Mexico 86
(© Aurore Engelen)

Tras haber causado sensación en la Semana de la Crítica de Cannes 2019 con Nuestras madres [+lee también:
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, su primer largometraje, que le valió la Cámara de Oro, César Díaz está de vuelta con Mexico 86 [+lee también:
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, que explora los orígenes de la guerra civil que asoló Guatemala durante más de 10 años. La película, que ha sido presentada en la sección Piazza Grande del Festival de Locarno, gira en torno a Maria, una luchadora en el exilio cuyo compromiso se ve frenado por la maternidad. Se trata de un largometraje de espionaje que profundiza en sus personajes y plantea cuestiones sobre la paternidad y el compromiso social.

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Cineuropa: ¿Cómo surgió este proyecto?
César Díaz: La verdad es que es una historia que tenía en mente desde hacía mucho tiempo y que adoptó formas muy diferentes. Al principio, la película iba a tratar de una niñera de Bruselas que había dejado a su hijo en Guatemala, pero que se vio obligada a hacerse cargo de él cuando murió la abuela del niño. Pero en esta versión, el tema de la inmigración eclipsaba todo lo demás, mientras que en mi cabeza, el núcleo de la película debía ser la relación entre la madre y su hijo.

A raíz de esto, decidí darle otra vuelta al verdadero origen de este proyecto, y me di cuenta de que se trataba en realidad de mi propia historia personal. Mi madre tuvo que abandonar Guatemala porque la buscaban las autoridades, así que crecí con mi abuela. Viajé entre Guatemala y México varias veces, hasta que decidí irme a vivir con ella. Cuando nos conocimos, yo tenía 9 años y éramos como dos completos desconocidos. Nuestra relación se desarrolló de un modo extraño. En realidad, éramos amigos más que madre e hijo. Y luego estaba la cuestión del compromiso social, cuyo fin no era otro que servir para comprender mejor la mecánica de la historia. Hice un gran recorrido por Bruselas y escribí cuatro versiones del guion para volver al meollo de mi historia.

La historia se cuenta desde el punto de vista de Maria, que a su vez constituye el núcleo de la película.
Quería que la gente sintiera empatía por Maria, por todo lo que implica ser ella. Temía que la gente no entendiera sus decisiones y que la juzgaran. Quería mostrar por lo que estaba pasando. Si hubiéramos mostrado cualquier otra cosa, habríamos corrido el riesgo de perderla. De niña, conocí a muchos activistas; me inspiraba la forma en que hablaban y articulaban sus ideas. Las personas comprometidas socialmente tienen una forma muy particular de vivir y de ser. Quería retratar a una mujer que fuera muy fuerte y, al mismo tiempo, no fuera dura, que pudiera tener momentos de debilidad, pero que no los tuviera en público. Cuando trabajé con Bérénice, le dije que se imaginara que era un saco de boxeo que, aunque recibiera golpes repetidamente, se tenía que mantener inmóvil.

El personaje de Maria nos hace reflexionar sobre el peso de la maternidad y la constante lucha que supone el activismo.
¿Cuál es el precio a pagar por tener convicciones firmes? Maria lo deja todo atrás, a su hijo, a su país, a su familia… Pero estoy convencido de que este es el tipo de gente que hace falta para materializar una transformación social real y fundamental. Si permanecemos de brazos cruzados ante las dictaduras y la injusticia, nada cambiará. ¿Qué nos hace mejores madres, quedarnos al lado de nuestros hijos o luchar por construir un mundo diferente para ellos? No creo que haya una respuesta definitiva a esta pregunta.

Nuestras madres también tenía a mujeres rebeldes como protagonistas. ¿Dirías que la lucha social es diferente para las mujeres?
La mayoría de los hombres que lucharon también tenían hijos, pero eso nunca les preocupó. Confiaban sus hijos a la madre o a las comunidades sin pensárselo dos veces, y estaban orgullosos de haber luchado. Muchas mujeres de mi entorno renunciaron a la lucha para que fueran los hombres quienes defendían sus derechos. En Nuestras madres, quienes mantuvieron viva la memoria exigieron justicia. En Mexico 86, las madres luchadoras no dejan de ejercer su función como madres, pero cuando los padres se convierten en luchadores parecen dejar de ser padres. En el imaginario colectivo, un padre que se va de casa para luchar es un héroe, pero una madre que hace lo mismo es una irresponsable.

Maria tiene dos frentes abiertos en su lucha: el de sus adversarios políticos y el de sus “camaradas”, para los que se convierte en un objetivo.
Las luchas revolucionarias han normalizado las cosas, puesto que hemos pasado de ser individuos a conformar un grupo. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene sus propias necesidades. Nadie escucha a Maria cuando dice que necesita estar con su hijo. También quería evitar la idea de romantizar este movimiento revolucionario construido por hombres con sus propias contradicciones. Si vamos a ser críticos con las autoridades, tenemos que ser críticos también con las contradicciones dentro de la propia revolución.

Podríamos decir que es una película de espías vista desde dentro. ¿Qué te gustaba y qué no de estos códigos cinematográficos?
Lo que tenía claro era que no quería hacer Nuestras madres 2. La industria tiene tendencia a encasillarnos. Mis películas fueron etiquetadas como “para todos los públicos”, “ligeramente documentales”, “de actores no profesionales”, etc. Quería desviarme por completo de todas estas expectativas y probar cosas nuevas. Quería ponerme a prueba como director, y también quería romper con la idea de que el cine de autor es lento y aburrido —no hay más que ver French Connection. Contra el imperio de la droga—. Pero también era muy consciente de que no podía hacer un James Bond, y de que tampoco quería hacerlo. Tuvimos que tomar decisiones complicadas sobre la puesta en escena con el fin de no traicionar el espíritu de la película. Se produce una persecución, por ejemplo, pero se vive desde dentro, ya que no disponíamos de 50 cámaras. Pasara lo que pasara, teníamos que crear tensión con los recursos que aportaba mi particular lenguaje cinematográfico. ¡Y lo cierto es que fue todo un salto a lo desconocido! Aprendí mucho haciendo esta película.

(Traducción del francés)

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