Lionel Baier • Director de La cache
"Fui capaz de hablar sobre el Holocausto sin tener que hacer una película histórica"
por Teresa Vena
- BERLINALE 2025: El director suizo habla sobre su acercamiento a la ficción y a la fuente literaria de su largometraje, una novela autobiográfica de Christophe Boltanski

El director suizo Lionel Baier ha presentado La Cache [+lee también:
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ficha de la película] en la competición oficial de la 75.ª edición de la Berlinale. Esta nueva película del cineasta, que está basada en la novela autobiográfica del autor francés Christophe Boltanski, es una tragicomedia lúdica ambientada en la Francia de 1968. Cineuropa se ha sentado a hablar con Baier sobre su enfoque artístico de la fuente literaria de la película y su visión de la ficción.
Cineuropa: ¿Qué te llevó a elegir esta novela de Christophe Boltanski?
Lionel Baier: La idea me la sugirió la distribuidora francesa de mi película La Vanité [+lee también:
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ficha de la película], cuando se estrenó en 2015. Pensó que podría resultarme interesante, y lo cierto es que me conmovió mucho cuando la leí. Lo primero en lo que pensé fue en cómo podía hacer para adaptarla, porque el libro abarca más de un siglo. Cada capítulo transcurre en una habitación diferente de la casa y narra todo lo que sucede en ellas a lo largo de cien años. Encontré muchas referencias a cosas cercanas a mi propia familia. Además, me permitía hablar del Holocausto sin necesidad de hacer una película histórica.
Combinas varios elementos creativos. ¿Qué aspectos considerabas más importantes en cuanto al concepto visual de la película?
Elegí 1968 porque lo veía como un período que me permitiría un estilo un poco más cercano al pop. Fue una época en la que el cómic, el jazz y el arte contemporáneo estaban muy presentes en la cultura popular, y todos estos elementos se filtraban en la publicidad y en los periódicos. Elegí una forma de escritura y una representación de la realidad menos cartesiana. Además, la historia está inspirada en los recuerdos de infancia del escritor, así que necesitaba una forma de narración tan discontinua como el pensamiento infantil. Nosotros, que hemos vivido mucho tiempo, hemos creado una continuidad en nuestra vida, con causas y consecuencias. Pero el protagonista aún no tiene la edad para percibir el tiempo como un hilo que se desenrolla de manera lineal. Para un niño, jugar con un coche de juguete bajo la mesa y viajar en el coche real con sus abuelos pueden ser experiencias igual de reales. Es precisamente esta discontinuidad la que caracteriza el pensamiento de los niños. Una referencia clave para mí fue Fanny y Alexander, de Bergman, en la que se mezcla lo sumamente realista con lo fantástico, porque todo se muestra desde la perspectiva de un niño.
En cuanto a los decorados, no cabe duda de que la base es el apartamento de la familia, mientras que gran parte del resto de escenarios son claramente decorados estilizados. ¿Qué te hizo tomar esta decisión?
El apartamento fue completamente reconstruido en un estudio, y todo se rodó en interiores, incluidos el patio y algunos de sus elementos. Usamos el apartamento como un escenario realista para mostrar que, para el niño, no es un lugar misterioso. Es su hogar, su espacio familiar en el sentido más literal. En cambio, el mundo exterior es una amenaza. La familia le tenía mucho miedo a lo que estaba fuera. No salían de los coches; se escondían en ellos. Para mí, todo el entorno tenía que parecer extraño. La academia de medicina da miedo, la cervecería da miedo, el metro da miedo… Son lugares donde hay otras personas, así que son entornos peligrosos. Todo esto contrasta con el apartamento, que constituye un refugio seguro.
En la película, intentas reescribir parte de la historia, de modo que de Gaulle toma una decisión diferente.
Eso no está en el libro, por supuesto, pero siempre me ha parecido divertido. El general de Gaulle desapareció durante un rato el 29 de mayo. Salió del Elíseo sin decir adónde iba, y nadie supo que se dirigía a Villacoublay para subirse a un helicóptero que le llevaría a Baden-Baden. Siempre me ha parecido una locura. Hoy en día, es impensable imaginar que Macron desaparezca durante 20 o 30 minutos sin que se sepa dónde está. Me pregunté: “¿Qué debió de pasar por la cabeza de ese hombre?” Sabíamos que estaba increíblemente deprimido y que, probablemente, ya no entendía la situación. Me gustaba la idea de abrir un nuevo posible desenlace. En nuestra versión de la historia, se fue a visitar a los Boltanski. Como creo que la ficción es tan poderosa como la realidad, en cierto momento creamos lo imposible. Es como el experimento del gato de Schrödinger, ya que de Gaulle está a la vez presente y ausente.
Has dicho que gran parte de la película se rodó en estudio. ¿Qué más nos podrías decir sobre la producción?
La mayor parte del rodaje tuvo lugar en Luxemburgo. El primer gran desafío fue reconstruir el apartamento de la rue de Grenelle, que todavía existe a día de hoy. Christophe Boltanski me propuso verlo, pero no quise. El apartamento que construimos es una mezcla del hogar de mis padres y de recuerdos y referencias que he ido recopilando. Lo recreamos en un espacio de 500 metros cuadrados con nueve habitaciones. Fue increíble porque tenía miles de libros en su interior. Olía a papel viejo y a madera. Incluso el suelo crujía y las puertas no cerraban bien, como en una casa real. Para el resto de las escenas, filmamos en las calles de París, pero como era justo antes de los Juegos Olímpicos, no fue nada fácil. Finalmente, rodamos parte de la película en Suiza, lo cual resultó más sencillo.
(Traducción del inglés)
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