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CANNES 2025 Semana de la Crítica

Guillermo Galoe • Director de Ciudad sin sueño

"En La Cañada sentí una herida profunda en la gente"

por 

- CANNES 2025: El director español detalla su película, rodada en poblado en las afueras de Madrid, en el que un adolescente mira hacia un mundo roto

Guillermo Galoe • Director de Ciudad sin sueño

El adolescente gitano Toni vive en La Cañada Real, la mayor barriada ilegal de Europa, cerca de Madrid. Los miembros de su familia son chatarreros, contentos con lo que tienen, hasta que las empresas de demolición amenazan su modo de vida. El director Guillermo Galoe nos habla de su película Ciudad sin sueño [+lee también:
crítica
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entrevista: Guillermo Galoe
ficha de la película
]
, presentada en la Semana de la Crítica de Cannes.

Cineuropa: La forma en que observas el universo de Toni, su curiosidad por él, recuerda a un documental. ¿Ya conocías este lugar?
Guillermo Galoe: La película es completamente de ficción, pero todo el proceso fue muy documental. Al igual que en mis obras anteriores, todo surge de una relación que establezco con un lugar real que me atrapa a nivel emocional, artístico, estético y político. Los actores se interpretan a sí mismos: estas son, o podrían ser, sus vidas. La Cañada Real es el mayor asentamiento de este tipo en Europa, y está a solo diez minutos de mi casa. A quince minutos del centro de Madrid, abandonado por el resto de la sociedad.

Solo ahora, después de muchas décadas, el terreno empieza a ser interesante para los promotores inmobiliarios. Sus residentes están en riesgo de desahucio. Desde ese punto de vista tan concreto y local, podemos hablar del mundo en que vivimos, de nuestra sociedad angustiosamente globalizada. Esta comunidad ha sido discriminada durante siglos y, cuando estuve allí, sentí una herida profunda en la gente. Están infrarrepresentados o mal representados. Por supuesto, puedes encontrar drogas y hay delincuencia, pero también vi mucha luz.

Esta luz también está en la película, al igual que la alegría. Y el deseo de ser vistos.
Pensé que el cine sería capaz de captarlo. También me atraía la idea de algo que está desapareciendo: un mundo antiguo, con viejas formas de vida, con mitos y leyendas que parecen no encajar con el lugar, ¡pero lo hacen! Quería retratar todo esto sin romantizar la pobreza. Fue un reto filmar en un lugar tan dañado, pero la mirada de un niño encontró la magia en el espacio.

Tener un niño, o más bien un adolescente, contemplando un mundo roto me recordaba al neorrealismo italiano. ¿Es una referencia para ti?
Conecto mucho con la tradición cinematográfica italiana. Forma parte de mi identidad. Cuando llegué por casualidad a La Cañada hace muchos años, me sorprendió lo dañada que estaba. Quería ponerme en el lugar de un niño para verlo sin prejuicios. Cuando eres pequeño, todo es posible. El futuro está lleno de posibilidades, y la mejor manera de hacer que la sociedad avance, especialmente en estos entornos, es aferrarse a la esperanza y a la idea de futuro. Pensé: “¿Por qué no dar luz a esta película?”. Aunque la luz que me interesa se queda en la sombra. Después de todo, no hay electricidad en La Cañada.

¿Trabajaste con las personas locales?
La idea era hacer la película solo con la gente que vive allí, y eso es lo que hice. No son profesionales, pero me gusta llamarlos “actores primerizos”. Como ya hemos comentado, existe un deseo de ser visto, de ser escuchado. No me gusta el concepto de que los cineastas “den voz” a la gente. Ellos ya la tienen. Por supuesto, nos llevó tiempo ganarnos su confianza y reducir la violencia y la dinámica jerárquica que conlleva poner una cámara delante de un lugar o de un ser humano. Durante tres años, ni siquiera la llevaba. Hablábamos de la vida; nos aburríamos juntos. También hicimos algunos talleres con los niños y sus padres, rodando películas con teléfonos móviles. Yo estaba allí, presenciándolo todo.

Tus personajes también se filman a sí mismos. No se avergüenzan.
A veces era iniciativa suya, otras mía. Creo que esta idea de participación es importante, sobre todo cuando hay cuestiones sobre cómo nos ven y cómo nos vemos a nosotros mismos. Cuando creamos imágenes, tenemos una responsabilidad como cineastas y como industria. En un mundo sobrecargado de ellas, quería darle valor a la imagen y al acto de filmar.

Las generaciones mayores solían enseñar a vivir a las más jóvenes. En Ciudad sin sueño no pueden hacerlo, porque todo se desvanece ante sus ojos.
El abuelo de Toni está perdido: el mundo estable que conoció durante generaciones de repente empieza a resquebrajarse. Puedes intentar quedarte o irte, pero ¿cómo te quedas y cómo te vas? Cuando son desalojados, se unen a las comunidades que siempre los rechazaron. Viven de lo que les sobra a otros en la ciudad. ¿Dónde pueden colocar ahora todo ese metal? Desde luego, no en esas casas tan pequeñas. El abuelo de Toni afirma: “Somos libres. Este es nuestro lugar. Este es nuestro hogar”. Pero Toni empieza a dudarlo. La libertad es un concepto relativo y, a veces, parece que estos chicos no son libres.

Un poco como el galgo con el que juegan, nacido para correr y luego apartado.
Esa imagen es muy poética: un galgo corriendo en un lugar tan cerrado. Siempre estamos dando vueltas alrededor de la idea de libertad. Por ejemplo, la educación: para algunos es libertad, pero a ellos se les ha negado. También hay límites y mucho dolor. Al final, siento que la película es un grito de verdad.

(Traducción del inglés)

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