Kirill Serebrennikov • Director de The Disappearance of Josef Mengele
"Quería capturar un poco del sistema colectivo llamado Mengele: las personas que lo ayudaron, protegieron, financiaron, escondieron"
por Mariana Hristova
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El prolífico cineasta Kirill Serebrennikov está de vuelta en el Festival de Cannes apenas un año después de presentar su anterior largometraje, Limónov [+lee también:
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ficha de la película], en la competición oficial de la 77.ª edición. Su nuevo trabajo, The Disappearance of Josef Mengele [+lee también:
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ficha de la película], ha sido presentado esta vez en la sección Cannes Première. El antipático personaje que protagoniza la película suscita alguna que otra reflexión inusual, una cualidad que Serebrennikov ha analizado en la conversación que hemos mantenido con él.
Cineuropa: Tanto en Limónov como en The Disappearance of Josef Mengele, ofreces una perspectiva alternativa sobre la historia. ¿Se trata de una elección consciente o algo que surge durante la investigación?
Kirill Serebrennikov: Es intencionado. La mayor parte de la narrativa sobre el mundo de la posguerra proviene del lado de las víctimas, lo cual es importante y muy valioso. Se nos da la oportunidad de oír las voces de las víctimas, pero ¿cómo es posible que estas personas cultas, que estaban familiarizadas con la poesía y la música, terminaran convirtiéndose en semejantes monstruos? He de decir que Las benévolas, la extraordinaria novela de Jonathan Littell —que es básicamente el monólogo de un oficial de las SS—, fue de lo más inspirador para la película. Leerlo fue una experiencia impactante para mí, ya que, por primera vez, me metí en la mente de un nazi y pude comprender su forma de pensar. Y mi intención era hacer lo mismo, meter la cámara dentro del cerebro de Mengele y mostrar su motivación. Además, quería comprender el engranaje colectivo llamado Mengele, compuesto por las personas que le ayudaron, le protegieron, le financiaron y le escondieron. Todos ellos hicieron posible la existencia y relevancia de Mengele. Después de la guerra, le ayudaron a eludir la justicia y la venganza. La película trata sobre eso, más que sobre un solo hombre.
Lo que me parece peligroso hoy en día es que hemos perdido la noción de lo que está bien y lo que está mal. Cuando la situación se vuelve confusa, perdemos el sentido de la estabilidad, de nuestra humanidad. Tenemos que ser capaces de reconocer claramente el mal. Si decimos "es complicado" y empezamos a justificar cosas, caemos en la trampa de la propaganda. En el momento en que dices "no está bien matar gente, pero…", ese “pero” es lo que lleva a derramar mucha sangre.
La película está basada en el libro homónimo de Olivier Guez, pero supongo que hiciste investigación adicional.
El libro fue nuestra guía principal, por supuesto, pero como no lo sabía todo sobre Mengele, su historia supuso todo un reto para mí. Por eso hice muchas entrevistas a alemanes, que me contaron su pasado y me revelaron los secretos que guardaban. No soy alemán ni hablo alemán, así que necesitaba aprender sobre la vida de los alemanes durante la posguerra: sobre las familias, el legado de la derrota, el silencio... Pregunté a actores, periodistas, amigos, productores… Hice casi treinta entrevistas solo para escuchar las historias que me contaban sobre sus abuelos, sobre sus experiencias durante y después de la guerra. Muchos tuvieron que guardar silencio. Ni siquiera era aceptable decir “soy alemán”. Y, curiosamente, no pudimos obtener financiación de las instituciones alemanas, al igual que La zona de interés, que tampoco recibió nada. Los fondos alemanes dicen: “No más dinero para temas relacionados con el Holocausto y el nazismo, ya hemos tenido suficiente”. Quizás tengan razón, pero aun así, teníamos que hacer la película.
Sin financiación de instituciones alemanas, ¿hay preocupación por estrenar la película en Alemania?
Sí, es un tema muy delicado. Pero a Alemania le encanta el debate, así que quizá la película tenga potencial para generar una gran discusión allí. Eso estaría bien. Tenemos un distribuidor alemán. Ayer tuvimos una reunión y me dijeron que harían todo lo posible para que la película se estrenara en muchos cines.
Ahora que ya no estás en Rusia, trabajas en distintos idiomas y países. ¿Te consideras un director transnacional?
Sí. Actualmente estoy dirigiendo Boris Godunov en Ámsterdam, mi primera ópera rusa en el extranjero. Es algo muy serio. Solía hacer Wagner, Mozart, clásicos europeos, pero esto es diferente. Después haré una película u ópera en Francia, rodaré en Letonia y actuaré en Austria y Alemania. Por eso me encanta Europa, porque es transparente, cercana y culturalmente rica. Se pueden hacer muchas cosas a través de diversas identidades profesionales y en diferentes contextos culturales.
En cuanto a los idiomas, tuvimos doce en el rodaje de The Disappearance of Josef Mengele. Reunimos a personas de varios países. Para mí era fundamental contar con hablantes nativos, porque si no, siempre suena falso. Lo oigo en otras películas y es una mierda. Insistí en esta autenticidad, aunque fuera más caro. Teníamos personas que hablaban portugués brasileño —no portugués de Portugal, ya que la película se desarrolla en parte en Brasil—, español y practicantes de umbanda —para poder representar la religión de manera auténtica—. Fue una complicada mezcla de diferentes rostros, identidades y discursos, pero también fue una especie de placer para los alemanes que viven en Sudamérica, a los que reunimos de diferentes lugares. No todos querían participar, por supuesto, debido a su pasado.
(Traducción del inglés)
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