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ANNECY 2025

Irene Iborra • Directora de Olivia y el terremoto invisible

“Nunca estamos solos, siempre se puede contar con alguien”

por 

- La cineasta española debuta en el largometraje con una cinta en stop motion, donde ha intercalado algunas otras técnicas, habla a los niños de tú a tú y aboga por valores humanistas

Irene Iborra • Directora de Olivia y el terremoto invisible

Tras estrenar allí un cortometraje hace 20 años, Irene Iborra regresa al Festival de Annecy con su primer largo, Olivia y el terremoto invisible [+lee también:
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, que adapta a la pantalla la novela La película de la vida, escrita por Maite Carranza, y se ha levantado con la producción de cinco países (España, Francia, Bélgica, Chile y Suiza).

Cineuropa: ¿Cuánto tiempo ha durado este terremoto, desde su gestación hasta su presentación?
Irene Iborra:
Compré los derechos de adaptación en 2017, luego en 2020 preparamos la preproducción y pedimos las ayudas, y el universo ha querido que se haga, pues la financiación ha ido fluida. Cinco años de trabajo, en total.

¿Cuál fue tu motivación personal para encarar esta empresa? ¿Algo intuitivo o emocional?
Lo has dicho muy bien: intuición y emoción juntas. Desde 2004 estoy dirigiendo cortometrajes y no ambicionaba hacer un largo, porque para eso tenía que surgir una historia sólida que mantuviera las ganas y mi interés durante mucho tiempo. Hasta ese momento no me había encontrado nada. Pero leí la novela de mi amiga Maite, me emocionó y me pareció una manera bonita y delicada de explicar algo complicado a los niños: cómo un niño le explica algo a otro niño. Me pregunté si iba a estar dispuesta a sostenerla durante tanto tiempo, pero me tocó el corazón; y además acababa de ver La vida de Calabacín [+lee también:
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, que me descubrió que era posible levantar este tipo de películas. Me dije: éste es el referente, con temáticas delicadas. Todo ello me lanzó hacia adelante y, visto en retrospectiva, ha merecido la pena.

Su temática es, efectivamente, delicada, con temas sociales. ¿Qué cuidados has tenido para que el tema no se desmadre ni se quede escaso?
Esos temas duros tratados con inocencia y fantasía ya estaban en la novela, sin juzgar, con lo cual ya teníamos un buen trecho recorrido. Además, la técnica de stop motion, que es artesana, más las texturas (los muñecos tienen los pelos de lana y los tejidos de sus ropas son reales) dan calidez en pantalla. Así conseguimos que fuera amable, pero no ñoño: hablamos a los niños con sus códigos, de tú a tú.

Pero aparte de stop motion, habéis usado otras técnicas, como sombras.
Tenía sentido porque se trata de pequeñas historias dentro de la historia principal. La primera técnica es imitación de sombras y la segunda tenía que ser con arena o tierra: jugar con los materiales nos permite acompañar a cada historia.

La película, como la novela, es un canto a la imaginación… ¿y al cine?
¡Efectivamente! El cine es herramienta de vida. Olivia, la protagonista, lo utiliza así: al principio es un escudo protector, pero luego también cárcel, porque oculta su miedo: hasta que no explica sus temores, no termina el agobio. El film es un canto a la fantasía.

Habéis formado un equipo multinacional y diverso para realizarlo.
El tener el equipo tan grande y disperso tiene sus pros (aportando diferentes puntos de vista y experiencias) y contras, pero en general ha funcionado bien: era complicado siendo tan grande y con horarios diferentes (por ejemplo, entre Europa y Chile). Hemos sido afortunados de poder contar con tantos países, sin los cuales hubiera sido imposible levantar el largometraje.

Las voces tienen especial importancia en la cinta…
Fue un atrevimiento por mi parte, porque quise rodarla con niños y no con adultos haciendo de críos, que es lo habitual y más cómodo. Estoy contenta de que Emma Suárez interprete a la madre y Jordi Évole al periodista: contar con ellos ha sido un privilegio. Y ha sido complejo encontrar las voces infantiles porque hemos elegido a chavales no actores, sino lo más naturales posible y amateurs, reclutados de colegios. El resultado le da realidad a la película.

Los valores que inculca Olivia y el terremoto invisible ¿son necesarios hoy?
La película tiene dos puntales: poseemos la facultad de decidir cómo actuar, de manera individual, pero formamos parte de una red con la naturaleza, en comunidad; y el poder de amarnos entre nosotros: esta es una película donde los personajes se abrazan mucho, y nos dimos cuenta cuando chocaban sus grandes cabezas. Espero transmitir un mensaje de esperanza a los niños: nunca estamos solos, siempre se puede contar con alguien. Y es importante el mensaje en este momento, sobre todo para las generaciones jóvenes. Si, además, tras verla, se van con el corazón calentito, ¡misión cumplida!

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