Alberto Morais • Director de La terra negra
“No amo al prójimo, sino al próximo”
por Alfonso Rivera
- El director español habla de su coproducción con Panamá impregnada de humanismo y que ha elaborado con actores reconvertidos en amigos

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ficha de la película] ha abierto la sección Premiere de la edición número 40 del festival Cinema Jove, y nos citamos con su director, el vallisoletano criado en Valencia Alberto Morais, que regresa al cine tras La madre [+lee también:
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ficha de la película] (2016).
Cineuropa: ¿Cómo surgió esta asociación con Panamá?
Alberto Morais: Conozco a un productor de aquel país y al ser una coproducción internacional no sólo recibe puntos para obtener la ayuda del ICAA, sino que también permite que se estrene allí y en Venezuela. De hecho, tengo un proyecto ahora, una road movie de caminantes, que también rodaré en coproducción con Panamá.
¿Por qué empezar tu película con la imagen fija del cuadro de Francisco de Zurbarán Agnus Dei (Cordero de Dios)?
Es la presentación del personaje de Miquel, al que da vida Sergi López. Antiguamente los créditos aparecían así: sobre una imagen fija. Quería introducir al espectador, con la música de Bach y ese cuadro, en un universo de carácter místico, sobrenatural y sagrado: con el cordero que se sacrifica. Tanto se apropia de nosotros la cultura católica en este país que quería apropiarme yo de ella –algo que no es original, lo han hecho Bresson, Dreyer y Pasolini– para así dignificar a los desclasados y derrotados por el sistema. A los que les han hecho sentir fracasados por este positivismo y turbocapitalismo en el que somos nuestros propios verdugos, sufrimos el diálogo interno de odio hacia uno mismo.
Presentaste la película aquí, en Cinema Jove, como “un film humanista con elementos sacros”. ¿Necesitamos más humanismo?
Creo que sí, y mucho. Soy ateo, me he criado en una familia atea y de extrema izquierda. Pero a Rossellini le preguntaron si era el padre del neorrealismo y él respondía que poseía una actitud vital que tiene que ver con el amor al prójimo. Esa frase tan cristiana encierra un profundo humanismo, pues no ve al otro como un extraño. Yo digo que no amo al prójimo, sino al próximo. Y eso está en todas mis películas: el buscar ese humanismo con trazos sagrados, pero sin culpa ni castigo divino. Un humanismo de verdad, de generosidad, como en ¿Dónde está la casa de mi amigo?, de Abbas Kiarostami. Para mí esa película es neorrealista: Aki Kaurismäki y Hirokazu Koreeda también lo son, y las primeras películas de Víctor Erice. Me interesa ese cine porque estoy enamorado de él. Me he metido en aguas nuevas, con ese elemento humanista, pero algo sobrenatural de La terra negra. Algo que, curiosamente, perciben más las mujeres que los hombres.
Los rostros en la película son duros y como cincelados, enmarcados en planos fijos… lo cual también recuerda a cierta iconografía religiosa.
Sí, tiene que ver. Por eso empleo los planos cortos y de aroma clásico. Y en el tema interpretativo no es que quiera abanderar otro tipo de interpretación, pero en mis películas no funciona la manera convencional de actuar. No me creo a Brad Pitt o Robert de Niro en sus actuaciones, porque veo a los actores, no a sus personajes. Porque yo busco que el intérprete desaparezca lo máximo posible, para eso necesito que se quite todo lo aprendido que lleva consigo, lo cual es muchísimo.
¿De dónde surge una historia tan especial como la de La terra negra?
Se inspira en hechos reales. El personaje de María (Laia Marull) se basa en una amiga que vivía en una aldea de Asturias. Y Miquel nace de dos personas: un amigo alcohólico, un tío genuino, sin filtros, que vivía en la calle; y un hombre que conocí de borrachera en el barrio de Lavapiés, quien me contó que había estado en la cárcel. La película es un compendio de historias de mi pasado.
Los actores parecen especialmente entregados…
Me han ayudado mucho, incluso a nivel de producción. Creían en el proyecto y desde el rodaje conservamos una amistad que cuido y valoro. Ha sido un regalo. El humanismo está también en ellos: son gente de verdad. Cada uno es diferente, lógicamente, pero me siento como en casa cuando estoy con ellos.
¿Por qué dividir la película en dos partes, tituladas Dies Irae y Via Crucis?
La miseria del miedo empieza a ennegrecer a los personajes hasta que llega el día de la ira. Y para el personaje de Laia, como en todo réquiem, hay un via crucis que debe cruzar, algo que acaban haciendo todos los personajes, pues todo se desmorona. Aunque el final de La terra negra es esperanzador.
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