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Francia / Luxemburgo / Irán

Jafar Panahi • Director de Un simple accidente

"Quería demostrar a los directores jóvenes que es imposible parar a un cineasta"

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- El cineasta iraní habla sobre su reflexión sobre el trauma y la violencia, y la frágil esperanza de poder acabar con ellos, en el festival Cinehill, en donde recibió el Premio Maverick

Jafar Panahi • Director de Un simple accidente

En Cinehill, celebrado a finales de julio, Jafar Panahi parecía adentrarse en un mundo más apacible, muy alejado de la tensión y el escrutinio que a menudo caracterizan su vida y su obra. “Casi puedo decir que en ningún festival de los cinco continentes he visto una atmósfera y una iniciativa como la que se ha creado aquí, en este contexto”, señaló.

El evento lo honró con su Premio Maverick, otorgado desde 2008 a cineastas que nadan contra corriente, se mantienen fieles a una forma ética de ver el mundo y empujan los límites del cine. Además de una retrospectiva de obras seleccionadas, Cinehill proyectó Un simple accidente [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Jafar Panahi
ficha de la película
]
, con la que ganó este año la Palma de Oro. En apariencia, se trata de un thriller de venganza y pornografía con toques de comedia; en esencia, es una reflexión mordaz sobre el trauma y la violencia, y sobre la frágil esperanza de erradicarlos.

Cineuropa: Has hecho películas bajo una censura y restricciones legales constantes. Incluso después de recibir una condena de prisión con una prohibición de hacer cine durante 20 años, seguiste trabajando. ¿Cómo?
Jafar Panahi:
Normalmente, una sentencia así te desanimaría a continuar con tu profesión. Mi primer pensamiento fue: “No, debo encontrar una manera”. Empecé con un amigo, rodando Esto no es una película, porque dijeron que no podía hacer películas, así que filmamos una con ese mismo título. La rodamos completamente dentro de mi casa. Después, con Taxi, pensé: “Si no puedo hacer películas, quizás podría conducir un taxi, pero llevaría una cámara en el coche”. Más tarde, rodé una película fuera de Teherán y decidí que la siguiente debería transcurrir tanto dentro como fuera de Irán.

Quería demostrar a los directores jóvenes que es imposible detener a un cineasta. Con los medios más reducidos, se puede hacer una película. La semilla que plantamos con Esto no es una película comenzó a crecer. Hoy en día se están haciendo muchas películas underground. Los jóvenes cineastas ya no creen que sea imposible, sino que buscan soluciones. Esa es la lección que quería transmitir a mi hijo, a mis estudiantes y a los cineastas iraníes.

Has ganado premios importantes en el pasado, pero recibir la Palma de Oro en persona debió de ser diferente. ¿Cómo fue esa noche para ti y qué significó regresar a Irán después?
La noche antes de la ceremonia, recibí una llamada desde la cárcel: un amigo me dijo: “Los comentarios que hiciste después del estreno de tu película nos dieron mucha esperanza. Ahora hay muy buen ambiente aquí y hemos decidido hacer algo mañana por la noche, cuando ganes el premio”. Le respondí: “Mira, no hay garantía de que vaya a ganar nada. El hecho de que la película esté aquí ya es valioso; no deberías estar pensando en los premios”. No parecía escucharme. Apenas dormí. Al día siguiente, un corte masivo de electricidad afectó a toda la Costa Azul, justo cuando estábamos de compras para mi hija. Sobre las 4 de la tarde, nos invitaron a la ceremonia de clausura, sin mencionar los premios. Cuando entré en el vestíbulo, mi mente seguía en esa llamada telefónica. Ni siquiera me di cuenta de lo que estaba pasando hasta el final, cuando anunciaron el premio. Me quedé helado en mi asiento. En ese momento no se trataba solo de mí, sino de lo que significaba para los presos y para los jóvenes cineastas: que cierto tipo de esperanza era posible.

El régimen había intentado desacreditar la película desde el principio. Antes de Cannes, tres actores y el director de fotografía fueron citados y amenazados. Durante el festival, la televisión estatal emitió reportajes que calificaban la película de inútil y aseguraban que su selección tenía motivaciones políticas. Desde el día que llegué, dije que volaría de vuelta al día siguiente de la clausura, pasara lo que pasara. Y lo hice. En el aeropuerto me esperaban la comunidad cinematográfica, algunos amigos de la prisión, las familias de los presos y también gente corriente. Si hay un “cambio”, no es porque el régimen lo haya creado, sino porque el miedo de la gente a sus restricciones ha disminuido.

Paradójicamente, cuando me prohibieron salir del país, mi situación era en cierto modo mejor. Después de terminar una película y presentarla al mundo, tenía tiempo para pensar en la siguiente. Ahora, debo acompañar la película de país en país para presentarla, y pierdo casi un año. Aun así, la acogida en casa después de Cannes me hizo entender que el esfuerzo importa: renueva el vínculo con el público y nos recuerda que el cine puede seguir abriendo puertas, incluso en una casa cerrada.

La película surgió de circunstancias muy personales. ¿Cómo tomó forma?
Cuando mis circunstancias cambiaron, cuando me llevaron a otro lugar, fue natural que mis temas surgieran de allí. Pasé siete meses en prisión, hablando con otros presos y escuchando sus historias. En cierto modo, fue como si la República Islámica me hubiera encargado hacer esta película.

Después de mi liberación, pasó tiempo antes de que pudiera volver a esos pensamientos y dejar que la idea tomara forma. No hago películas para nadie más; primero las hago para mí. Tengo que creer en mi propia película antes de poner mi firma en ella. De lo contrario, la rompo y la descarto, como ocurrió con mi primer cortometraje.

Tu reparto mezcla actores profesionales y no profesionales. ¿Cómo trabajas con ellos?
La mayoría de los actores de esta película procedían del cine underground, y muchos actuaban por primera vez. Con los no profesionales, el objetivo principal es lograr que sean ellos mismos, no que “actúen”. Con los profesionales, el desafío es el contrario: deben adaptarse al ritmo y a la presencia de los no profesionales para integrarse con el resto del reparto.

Aquí, el reto fue aún mayor. A veces tuvimos que llevar deliberadamente las interpretaciones más allá de un registro naturalista, hacia algo más intenso. Se trataba de encontrar el equilibrio adecuado entre autenticidad e intensidad, para que el público pudiera sentir la presión constante bajo la cual viven estos personajes.

Como suele ocurrir en tus películas, el final deja muchas preguntas abiertas.
Al final, dejo que sea el público quien decida si los pasos que oyen son reales o imaginarios. Si son reales, quizá se ha producido una transformación y ha nacido la esperanza. Si son imaginados, estamos ante otro tipo de final. Siempre que podamos involucrar la imaginación del público en el cine, en esencia hemos hecho una película juntos: el director y el público.

(Traducción del inglés)

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