Leonardo Di Costanzo • Director de Elisa
"En esta historia me interesó el misterio el mal que reside en el día a día"
por Camillo De Marco
- VENECIA 2025: El director italiano habla sobre lo que le llevó a contar la historia de una mujer normal que cometió un crimen horrible y busca un camino para la redención

Elisa (Barbara Ronchi), de 35 años, lleva diez años en prisión, condenada por haber matado a su hermana mayor y quemado su cadáver, y todo ello sin un motivo aparente. No obstante, sus encuentros con un criminólogo (Roschdy Zem) podrían llevarla a aceptar plenamente su culpa y encaminarse hacia una posible redención. Elisa [+lee también:
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ficha de la película], la nueva película de Leonardo Di Costanzo, que ha sido presentada en la competición oficial de la 82.ª Mostra de Venecia, se inspira en los estudios de los criminólogos Adolfo Ceretti y Lorenzo Natali, que llevan años investigando tanto el comportamiento violento como a los autores de crímenes atroces, incluidos los cometidos por personas aparentemente insospechables. Nos hemos sentado a hablar sobre estos temas con el director.
Cineuropa: La película está inspirada en un ensayo de “criminología dell’incontro” (criminología basada en el diálogo) sobre un caso real que tuvo lugar en Italia. ¿Qué te llamó la atención de este libro?
Leonardo Di Costanzo: Conozco al autor, Adolfo Ceretti, desde hace tiempo, y ya tuve la oportunidad de conocer su punto de vista cuando hice Ariaferma [+lee también:
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ficha de la película]. Me atraía la idea de no demonizar al culpable, de darle la posibilidad de tener otra vida después del delito. De lo contrario, estas personas seguirían siendo para siempre una peligrosas para la sociedad y para sí mismas. Creo que esta filosofía es, en esencia, una actitud política, de transformación, de escuchar al otro. Aunque seamos víctimas del delito, escuchar al otro nos aleja del sentimiento de odio en el que nos cristalizamos.
¿Dirías que se trata de una violencia que puede extenderse hasta llegar a fratricidios entre pueblos?
Sin duda, es algo que puede ocurrir si transponemos estas dinámicas individuales a los grupos. Nelson Mandela, en Sudáfrica, se reunió tanto con negros como con blancos, y vio la necesidad de crear una comisión en la que víctimas y verdugos se reunieran ante las cámaras de la televisión nacional. En otros casos, como en la Italia de la posguerra, simplemente ha habido perdón sin confrontación.
En el caso de la película, se trata de una mujer que ha cometido un crimen terrible, una mujer aparentemente normal que se identifica a sí misma como “invisible”.
Ya he tratado el tema de la culpa en trabajos anteriores (Ariaferma, L’intrusa [+lee también:
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ficha de la película] y L’intervallo [+lee también:
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ficha de la película]), pero hasta ahora había centrado siempre la atención en las estrategias adoptadas por la sociedad o el grupo para afrontar el sentimiento de culpa. Durante el proceso de elaboración de Ariaferma, sentí la necesidad tanto de contar lo que ocurre cuando se mira a la culpa a los ojos como de trasladar el dilema de qué hacer al espectador. Es el espectador quien tendrá que adoptar una posición, dentro de sí mismo. Por lo tanto, desde el punto de vista cinematográfico, la película tenía que ser lo más neutral posible, con una puesta en escena minimalista y casi oculta.
¿Dirías que los actores fueron determinantes en la consecución de este objetivo?
Fueron muy importantes, y la verdad es que en todas las películas que hago trabajo mucho con ellos antes de empezar el rodaje. El papel de criminólogo que interpreta Roschdy Zem, por ejemplo, es muy difícil, porque tiene que escuchar, ¡y para un actor es complicado transmitir algo solo escuchando! Así que trabajamos en el tipo de actitud que debía adoptar, en las intervenciones que podía hacer, ya que no podía ser del todo “acogedor”. De hecho, él actúa puntualmente y, cuando ella se esconde mediante excusas —culpando a la madre, por ejemplo—, él la vuelve a encarrilar. Le pide que llame asesinato a lo que ella define como “los hechos”. La lleva a decir que no se trató de un gesto de ira, sino que había un plan muy concreto. Había que acogerla, darle confianza, pero al mismo tiempo no ser pasivo en esta confrontación. Porque, en el fondo, había una enorme necesidad por parte de Elisa de aceptar su propia vida. Es una mujer inteligente y conoce muy bien el trabajo del criminólogo: ha estudiado sus libros en la cárcel y sabe muy bien que reunirse con él significa abrir los cajones de su propia memoria. Es el misterio del mal que reside en lo cotidiano lo que me impactó de esta historia.
(Traducción del italiano)
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