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CANNES 2010 Quincena de los Realizadores

Picco: en prisión, el infierno son los otros

por 

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, presentada en el marco de la Quincena de los Realizadores de Cannes y nominada a la Cámara de Oro, es la película con la que Philip Koch se graduó en la Escuela de cine de Munich. Sin embargo, ha sido la madurez y la sobriedad de su puesta en escena lo que han aplaudido de forma unánime los asistentes al encuentro con el equipo de la película que ha tenido lugar tras la proyección; y no porque la cinta no impacte, ni mucho menos...

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«Picco» es el sobrenombre de Kevin, un recién llegado a la cárcel. La película cuenta los días de su detención –dicen–¬ «educativa» en la celda, donde pasa la mayor parte del tiempo a puerta cerrada con dos chicos despiadados y con Tommy, menos contaminado por el clima de tensión violenta que agrupa a los prisioneros en depredadores y víctimas. Aquí «o cobras o repartes»; no hay término medio, y las «nenazas» no sobrevivirán a las crueles novatadas y brutales demostraciones de virilidad.

Los dos primeros tercios de película repasan los rituales de la vida carcelaria a la vez que se asiste a la progresiva transformación moral de aquel joven normal que era Kevin. La violación y el posterior suicidio de un compañero, de los que Tommy y Kevin se sienten culpables por no haber tenido el valor de reaccionar, precipita esta evolución y reproduce en ellos dos la dinámica binaria del lugar.

Sigue una larga escena de tortura en la que un grupo acorrala a uno de los contrarios como si no hubiese elección («tú habrías hecho lo mismo», dice uno de los torturadores a la víctima). Después, tras un progresivo descenso de un envilecimiento que ya no ha dejado a nadie indemne, aparecen las imágenes que igualan en desagrado a las del Salo de Pasolini, hasta el punto de que los espectadores que no fueron capaces de soportarlas rechinando los dientes se vieron obligados a abandonar la sala.

Ya se ha pronunciado la palabra «sadismo», pero es el sistema carcelario juvenil alemán lo que la película pretende reflejar. Koch conecta bien con el cine de acción social. De ahí la ausencia de maniqueísmo en cuanto a los personajes: en la cinta, hasta los más cabrones manifiestan en un momento u otro una desesperanza que los lleva a la violencia; no se los clasifica en función de su grado de inmoralidad innata, sino que el director prefiere callar los delitos que los han llevado hasta ese lugar gris del que la cámara, al igual que ellos, no sale nunca. Picco rechaza también cualquier voyeurismo; de ahí, «la economía de medios» que busca Koch, su entereza y lo radicalmente eficaz de su exposición.

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(Traducción del francés)

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