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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Armadillo

por 

- Documental de gran fuerza (Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes 2010), retrato del ser humano durante la guerra a través del día a día de soldados daneses en Afganistán

Un documental de excepcional fuerza ha dejado pasmado al público de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes: Armadillo [+lee también:
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de Janus Metz. La película cuenta la vida cotidiana durante seis meses de una sección de soldados daneses de la fuerza de intervención internacional en Afganistán, y revela la complejidad de esta extraña “guerra” gracias a una inmersión de una proximidad raramente alcanzada en la época de los periodistas “embedded”. Pegada a los actores en una situación de riesgo extremo, la cámara capta la violencia al estado bruto, saca a la luz las paradojas de estos hombres enfrentados al peligro y se interroga, sin tomar partido, sobre los objetivos y límites de la presencia militar en Afganistán.

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“¡Qué sepan qué es el infierno! Para eso estáis aquí”. Este sermón va dirigido a los soldados daneses que permanecen en el campo Armadillo, en la provincia de Helmand. Más allá de un perímetro de 800 metros se encuentra el enemigo invisible, los talibanes. ¿La misión? Patrullar alrededor para obligar al adversario a combatir, engañando al mismo tiempo a la población local. “¡Habrá mucha acción! Será de lo más interesante” anuncia un suboficial mientras que recibe a los recién llegados, entre los cuales algunos fueron presentados al espectador a través de sus adioses en Dinamarca (familias muy inquietas, veladas entre compañeros con stripteases, conmovedores abrazos en el aeropuerto). De la acción, Armadillo no carece, al punto de parecer a veces una obra de ficción tanto es extraordinaria la ausencia de distancia entre estos soldados y una cámara que analiza su cotidiano, su ánimo y el deslizamiento progresivo hacia la parte oscura del ser humano.

Preparativos, patrullas y reuniones dan ritmo a la vida del campo. La tensión se acumula: miedo de las minas (“recogí los restos durante seis horas), culpabilidad (una granada mató a una niña), descanso como válvula de escape (películas porno, juegos vídeo, llamadas a la familias), relaciones ambiguas con los habitantes cuyas plantaciones son pisoteadas por los soldados… La espera corroe los nervios de los soldados que soportan a veces un diluvio de balas a pesar de las múltiples tecnologías de apoyo (drones, vigilancia vídeo y escuchas telefónicas), dejando heridos en el suelo con amputaciones como consecuencia. Una espera que, poco a poco, hace surgir violentos sentimientos y aumentar la distancia con una población local entre el clavo y la pared (“vosotros tenéis armas y ellos tienen armas”).

Armadillo podría no ser más que una película brillante manipulada por una propaganda en favor de la presencia de tropas en Afganistán, pero Janus Metz logra sembrar la duda. Una escena atroz filmada en el cuartel general sobre pantalla de control muestra la eliminación por un obús de tres afganos simplemente sospechados de ser enemigos. Luego una patrulla combate intensamente donde mueren varios talibanes cuyos heridos son rematados. Como una sombra en el caos, la cámara capta una brutalidad tan extrema como la adrenalina y el miedo omnipresentes. Derrapes que son investigados, pero la solidaridad reina: no pasó nada oficialmente y los soldados reciben una medalla. Es hora para ellos de regresar al país, pero muchos ya quieren volver al frente, dejando a los espectadores en sus reflexiones al término de una película perturbadora que marcará un momento importante en la Semana.

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(Traducción del francés)

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