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CANNES 2011 Quincena de los Realizadores

Jeanne captive: retractarse o morir

por 

Tratar una figura histórica como Juana de Arco, llevada a la gran pantalla en numerosas ocasiones, incluso de la mano de maestros como Dreyer, Bresson, Rossellini, y, más recientemente, Mundruczo (Johanna [+lee también:
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, en 2005, presentada en la sección Un Certain Regard), requiere habilidad y valor, cualidades de las que Philippe Ramos no carece. Tras Capitaine Achab [+lee también:
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(premio al mejor director en Locarno en 2007), el cineasta aborda brillantemente el personaje de la célebre doncella de Orleans, sus voces, sus dudas, sus decisiones y su muerte en la hoguera. Presentada ayer en la 43ª Quincena de los realizadores (del 12 de mayo a 22 en el marco del 64º Festival de Cannes), Jeanne captive [+lee también:
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es una joya delicada, íntima pero potente, que aprovecha maravillosamente los matices, los accesorios y la naturaleza (un frasco de miel, velas, antorchas, una carreta, un bosque, una playa ...) para esculpir un ambiente centrado en el destino trágico y místico de una Juana de Arco interpretada por Clemence Poesy, cuyo rostro es explorado al centímetro por la cámara llevada por el propio director.

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Otoño de 1430. Abandonada por las fuerzas terrestres (el Rey de Francia) y sobre todo celestes ("Sólo queda el vacío; ya no escucho las voces"), Juana de Arco se encuentra prisionera en una torre, a la espera de que Juan de Luxemburgo la venda a los ingleses. La joven, que escapa milagrosamente a un intento de suicidio (sus carceleros creen que se trata de una fuga fracasada), se encierra en el silencio mientras que es espiada por los guardias a través de la mirilla. Un curandero-apicultor (Thierry Frémont), que acude para curar sus heridas con el fin de entregarla cuanto antes a los ingleses, intenta retrasar el plazo, pero la estratagema falla al no obtener el apoyo de Juana (“usted no tiene ninguna posibilidad”). Transportada a Ruán por los soldados ingleses y su capitán (Liam Cunningham), la “bruja que debe ser quemada” recupera las esperanzas gracias a un extraño fenómeno (el súbito silencio del mar) y el regreso de sus voces (“me dijeron que tenía que sobrevivir, luchar”). Una fuerza mental excepcional (“creen que estoy a su merced, pero se equivocan") de la cual tendrá que servirse en la profunda oscuridad de su calabozo, bajo la presión de un proceso (se le propone salvar la vida a cambio de retractarse), las humillaciones de sus vigilantes y la decisión de morir en la hoguera antes que someterse.

Jeanne captive es una espléndida demostración poética y realista del arte de conjurar todos los recursos de la gramática cinematográfica (imágenes detenidas, ligeros ralentíes, voz interior, elipse temporal…) para superar las dificultades de los presupuestos. Philippe Ramos, verdadero pintor de la imagen, sobresale, en particular, en los grandes planos que siguen los mínimos cambios de las violentas y muy introvertidas emociones de Juana, y también en cautivadores claroscuros, cielos filmados como tantas ventanas abiertas sobre el más allá, bosques fascinantes y cárceles tenebrosas. Al esquivar con destreza el proceso de Juana de Arco, la película se reanuda directamente en su final, con un personaje de predicador interpretado por un Mathieu Amalric poseído por un entusiasmo compartido por la muchedumbre en torno a la hoguera. Un entusiasmo que se apoderó de Philippe Ramos y de su actriz principal para una obra genial que ya figura con letras de oro en la lista de los grandes directores atormentados por Juana de Arco.

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(Traducción del francés)

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